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domingo, 13 de octubre de 2013

opinion: -Del Discurso para la aprobación de la Hablitante

 Un discurso para la reflexión profunda en torno a la ética y a la guerra económica que libra el pueblo venezolano contra factores de desestabilización


El Presidente Maduro dio un discurso impecable, este martes 08 de octubre pasado, lo leyó con humildad ante un país acostumbrado a largas alocuciones sin papel de por medio. Habló con una sencillez rotunda que no admite vericuetos. Deshilachó la realidad hasta el huesito, y un alivio empezó a asentarse en mi pecho. Habló con convicción, habló chavistamente, y el alivio mío se convertía en orgullo mientras toda la Asamblea y todo el país se sentaba a escucharlo. Todos menos uno que, como siempre, quiso armar una pataleta en la que, por cierto, se creció Nicolás imponiendo el orden sin cambiar el talante ni el tono, sin perder el hilo. Firme, cálido, tranquilo, tan Nicolás.

Lo vi como nunca antes seguro de su liderazgo, ya no bajo la sombra de Chávez sino brillando con la luz propia de un buen hijo, valiente, enfrentando al monstruoso enemigo, el de adentro y el de afuera; y mi alivio tornado en orgullo se volvió llamarada. Otra vez la llamarada culpenicolas, otra vez la fuerza, otra vez las palabras. 

Entonces de mi jeta brotó a modo de medallita personalísima, no tan importante para él como lo es para mi, un pronombre posesivo que solo le había dado a Chávez: Mi Comandante Presidente.
Nicolás, mi Presidente chavista, quien después de seis meses remontando su propia tristeza, además de una montaña de dificultades, me ayuda a remontar la mía y se convierte en el presidente que Chávez, con su certeza plena como lo luna llena, supo que iba a ser.

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