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Quienes lo hacen son llamados “bachaqueros”. Ellos 
prefieren no hablar del oficio para no poner al descubierto los 
entramados de su negocio ilícito, en el que participan desde algunos 
trabajadores de los establecimientos comerciales hasta autoridades.
       
Sonia Romero —nombre modificado a petición de la 
informante— es una paciente dializada que sobrevive cada semana 
esperando la donación de un riñón. Es madre de dos hijos, bachaquera 
desde el año pasado, y una de las tantas que compra con tres cédulas: la
 de ella, la de su papá muerto, y la de su mamá, con Alzheimer. “Por mi 
condición  no conseguía trabajo. Tengo amigas  bachaqueras y pensé: 
‘¿Por qué no lo hago? Mi  carnet de discapacitada  me ayuda’.  Probé
 con dos productos. Jabón en polvo y suavizante.  Me daba pena antes. Ya
 no. Entendí que había comenzado una nueva manera de subsistir”.
       
¿Cómo compra Sonia —y el resto— con varias cédulas, 
burlando un sistema de captahuellas? “Primero que todo, hay que aclarar 
que  no todos  los establecimientos tienen ese sistema. Segundo, las 
captahuellas no funcionan igual en todos los negocios.  Hay uno que es 
muy efectivo donde se lee en la pantalla ‘Gobernación del Zulia’. El 
negocio que lo tiene te bloquea por una semana la compra de regulados. 
Pero, hay otro sistema paralelo que se presta a corrupción.
       
En componenda con  cajeros o supervisores de caja, 
introduces cualquier número de cédula que se te antoje. Y aparece el 
nombre de un beneficiario, y compras. En ese sistema metes todas las 
cédulas que inventes. Sacas toda la mercancía que quieras, sin necesidad
 de marcar las  huellas correctas. De hecho, las tres cédulas que yo uso
 pasan sin problemas con mis dedos. El orden para comprar es así: 
Primero vas a los ‘locales vagabundos’, luego rematas en el negocio que 
tiene el captahuellas que sirve”. 
       
 Quizá, por esa razón, Margarita Bermúdez, quien se 
aguantó una cola desde las 3:00 de la mañana hasta las 12:00 del 
mediodía para comprar pañales y leche, quedó sorprendida cuando, al 
llegar a la caja, le dijeron: “Usted está bloqueada. Aquí aparece que ya compró”. 
       
“Me molesté muchísimo. Yo no había comprado.   Mi hija se quedó sin sus pañales y  leche.  No hay  dónde reclamar”, denunció. 
       
La respuesta a su bloqueo la ofrece Randy Guerrero, otro 
bachaquero: “Alguien compró con el número de cédula   de esa señora. Yo 
lo he hecho con otros. Te duele usurpar a una persona que ha estado 
tiempo en cola, pero,  piensas en frío y jodes a otros, porque, yo 
también estoy jodido, sin  trabajo”. 
       
En el país hay bachaqueros  de dos tipos: de “bajo rango” y  “peces gordos”.
 El común en los testimonios de los “rasos” es que se nutren de 
 mensajes de texto   enviados por quienes trabajan dentro de los 
establecimientos;  sus conocidos. Pero, para rasguñar regulados tienen 
que aguantar colas de cinco o seis horas, sin ir al baño. Soportar 
groserías, empujones.  El sacrificio les dará un “sueldo”  entre Bs. 14 
 a  20 mil al mes. Pero quienes tendrán las mejores ganancias son los “peces gordos”. 
       
 “Como está mi general (...). ¡Claro que sí! (...). Ya 
tenemos el cargamento de carne listo para hacer el negocio (...). Ya 
estamos cuadrando a quién venderlo”, dice un subalterno, de bajo rango 
 de la Guardia Nacional, por teléfono, distraído y ajeno a la presencia 
de esta periodista que le escucha la conversación. 
       
“El personal militar y policial arrasa con la mercancía. 
Están, supuestamente, custodiando el orden. Y yo vi cuando montaron en 
una camioneta  oficial más de 20 baterías de vehículos para llevárselas 
en presencia de la gente.   También vi cuando llegaron a un supermercado
 a  llevarse las cajas de compotas. Decían: ‘¡Esto es para el comando!’.
 Me pregunto: ¿Acaso los militares comen compotas?”, contó Aixa Morillo,
 ama de casa.
       
Irina Morales —nombre también modificado—, igualmente 
bachaquera, esboza que sus amigos  trabajadores de un supermercado 
zuliano le han dicho que cuando se bajan las santamarías  comienza otra 
feria.  “Me confesaron  que los ciertos uniformados sacan mercancía con el gerente de tienda”.
Lo que más deja ganancias a los bachaqueros ahora es la reventa de pañales —para niños y adultos—, leche en polvo, jabón de lavar, suavizante, toallas sanitarias, papel sanitario, pollo y café.
Lo que más deja ganancias a los bachaqueros ahora es la reventa de pañales —para niños y adultos—, leche en polvo, jabón de lavar, suavizante, toallas sanitarias, papel sanitario, pollo y café.
 Los bachaqueros están atentos a las alocuciones 
presidenciales que anuncian regulaciones en los precios de  productos. 
Así,  ponen en sus miras el próximo rubro a buscar y que inevitablemente
 brillará por su ausencia en los anaqueles. 
       
“Si sacas tonterías, no tienes muchas ganancias. Si 
aguantas una cola para sacar productos, procura que sean los que vendes 
más caro. Ejemplo: un paquete de pañales lo compras en 150, promedio, y lo revendes en 800, en mil o mil 200. Entonces,
 te matas por los pañales. Lo mismo con el papel sanitario, pues un 
paquete de 12 rollos  lo revendes en 600. Un pote de leche en 500, 
 jabón de lavar de 2,7 kilos, en 350”, explicó Ana Laguna,  bachaquera 
 zuliana. 
       
   La actividad que vacía los anaqueles y genera un 
vicioso círculo de desabastecimiento ha sumado seguidores que se 
organizan más. Los grupos de revendedores en las redes sociales 
proliferan.
“Me duele pagar por cinco paquetes de toallas sanitarias, para mí y para mi hija, 600 bolívares. No se consiguen. Y cuando conseguí, no le vendieron a mi hija porque era menor. ¿Acaso las niñas no se desarrollan a esa etapa de la vida?”, expuso Mayra López, administradora de empresa.
“Me duele pagar por cinco paquetes de toallas sanitarias, para mí y para mi hija, 600 bolívares. No se consiguen. Y cuando conseguí, no le vendieron a mi hija porque era menor. ¿Acaso las niñas no se desarrollan a esa etapa de la vida?”, expuso Mayra López, administradora de empresa.
¿Se acabará el “bachaquerismo”? Todo apunta a que en un futuro cercano, no, pese a las medidas: “En próximos días la red pública instalará captahuellas en cajas registradoras para cambiar la distribución de rubros”, dijo Billy Gasca, secretario de la Gobernación zuliana. 
       
Mientras tanto, los bachaqueros ya traman cómo pasar 
cualquier otro control que se implemente. Solo cuando la oferta sea 
mayor a la demanda se acabará el bachaquerismo. Por lo menos eso afirma 
el presidente de Datanálisis, Luis Vicente León en su escrito ¿Por qué 
en Venezuela hay colas y en otros países no?: “No hay colas donde los 
precios de los productos son racionales y cubran los costos de 
producción. No hay colas donde la empresa privada es estimulada para que
 invierta, crezca y produzca”. Pero también dejará de haber 
bachaqueros cuando el sentido común impere en cada uno de quienes de una
 u otra forma están involucrados en este entramado llamado bachaqueo. 
       
 
 
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