En momentos de reflexión como el actual, luego del indiscutible
triunfo de Nicolás Maduro, pero con la merma electoral conocida y
sentida por todos, nos hemos puesto a buscar culpables y revisar las
fallas en las instituciones, espacios y trincheras correspondientes,
observando fallas evidentes, sin embargo todo lo circunscribimos al
hecho laboral y político, sin detenernos en nuestro Núcleo pequeño, pero
fundamental, es decir, el compañero o compañera, los hijos, padres,
hermanos, familiares cercanos y lejanos, quienes también se expresan y
además votan, sin darnos cuenta si somos la influencia para que ellos
sufraguen a favor o en contra de la revolución.
Duramos casi dieciséis horas al día, a veces hasta mes cumpliendo
nuestra labor de patria, sin dedicar un minuto a ver donde están
nuestros hijos, cual es su radio de acción, sus aficiones, preferencia
televisivas, es decir, el núcleo familiar de los revolucionarios está
vulnerado por toda la basura mediática responsable de inocular odio
segundo a segundo, razón por la que vemos muchos hijos de camaradas
coqueteando con la derecha o haciendo caso omiso de la defensa de la
revolución, sin contar con los que ya han sido envenenados y se ubican
en la acera del frente.
Lo que escribo no es nuevo, no es casualidad que muchos Stalines,
libias, tanias, wladimires, lenines, Karlos, ernestos, etc. Es decir,
hijos e hijas de camaradas estén hoy día en la derecha que combatieron
históricamente sus padres, parece que la historia se repite, trayendo un
posible resultado, la derrota de la revolución en el corto tiempo por
culpa de nuestros vástagos, o mejor dicho por las faltas nuestras…
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