La interminable cantaleta sobre la "necesaria" modernización económica
de Venezuela, vociferada por sabiondos economistas nacidos aquí pero con
estudios de posgrado en Estados Unidos y Europa, tartamudea procurando
convencernos de que a base de conceptos tecnocráticos (libre mercado,
paridad cambiaria, liberación de precios y competitividad) lograremos,
finalmente, "equilibrar la economía". ¿Cómo se orquesta el engaño
macroeconómico a partir de estos conceptos? ¿Qué proponen en el fondo?
¿Qué buscan encubrir, maquillar e impulsar en términos políticos?
Libre mercado o cómo usted dejará de comer
El libre mercado es esbozado
por opinólogos y analistas económicos en artículos de prensa y
entrevistas en medios de comunicación televisivos como la última
invención de la teoría económica capitalista. Lo que ellos venden en
forma de "concepto moderno", de última generación, no es más que la
aplicación de un paradigma económico tan antiguo como la revolución
industrial del siglo XVIII: punto de partida del andamiaje teórico (y
práctico) de la economía capitalista.
Libre mercado significa que los agentes económicos (los dueños de
fábricas, fundos, bancos y grandes contratos de importación) tienen
plena libertad para ejercer su actividad, y en consecuencia, plena
libertad para maximizar sus ganancias cuando el antojo (eterno) se los
indica. Es un concepto eminentemente
político planificado para que el Estado y la sociedad sean espectadores
lejanos del robo y saqueo ejecutado por el parasitaje nacional y
transnacional.
Hay libre mercado cuando el Estado elimina (o evita impulsar) los
dispositivos clásicos (subsidios, aumentos de salario, pensiones, etc.)
dirigidos a paliar el hambre y las necesidades básicas de la población
en general (vivienda, educación y salud). Población mayoritariamente
pobre porque no estudió en una universidad o porque su familia no le
heredó un negocio lucrativo: características que definen a la clase
media.
- Una economía de libre mercado es Colombia. País que tiene la salud totalmente privatizada (donde mueren niños y personas a diestra y siniestra por no tener recursos económicos), al igual que la educación (8,5 millones de niños no tienen acceso al sistema escolar), también el servicio eléctrico, rankeado en el puesto seis de los más costosos del planeta; datos que condensan la alarmante cantidad de 20 millones de personas que viven en la pobreza extrema (casi la mitad de la población), otras 13 millones de clase media y los 17 millones restantes a los cuales se les va el salario en medio comer, pues la canasta básica familiar cuesta cinco veces más que el salario mínimo. Y allá no hay Mercal, ni subsidio, ni Pdval, ni Barrio Adentro, ni ninguna política pública que restrinjan al saqueo que hace estragos en la vida de 37 millones de colombianos.
Productores colombianos derramaron miles de litros de leche, porque el gobierno introdujo la importación como alternativa |
Así que cuando a usted le dicen que Venezuela debe reformarse para
constituirse en una "economía de libre mercado", le están diciendo que
el Gobierno Bolivariano debe eliminar subsidios, pensiones, aumentos de
salarios (y con ellos Mercal y Pdval), privatizar la Faja Petrolífera
del Orinoco, las empresas básicas de Guayana y los servicios públicos
(salud, educación, electricidad, telefonía, etc.) para que las familias más ricas
de Venezuela maximicen sus ganancias al mismo tiempo que usted se
convierte en espectador de la abundancia que habita los supermercados
con el estómago adherido al espinazo y presencia el encarecimiento de
todo lo que observa, toca, huele y necesita usar.
Los economistas opositores le ofrecen como salvación el hambreador
modelo colombiano, exitoso sólo para las minorías acomodadas de ayer y
hoy. Que su hijo no vaya a la escuela (porque eso no contribuye a la
expansión del "crecimiento económico"), que tampoco sea atendido de
forma gratuita por un médico cubano (porque eso no contribuye a la
"competitividad") y que no pueda comer tres veces al día (porque
distorsiona el "gasto público").
Paridad cambiaria o cómo todo se volverá más caro
El control cambiario, tal cual dijo Aristóbulo Istúriz, "es una medida política y no económica".
El objetivo por el cual se implementó el control cambiario persigue
evitar la fuga de capitales, ponerle un techo a las ganancias
especulativas del sector importador-transnacional y permitir que la
población venezolana, sumida en el hambre y la miseria durante más de un
siglo de explotación petrolera, pudiese comer, vestirse y acceder al
sistema de salud.
Según el operador político
del Bank Of America, Francisco Rodríguez, el "precio real del dólar"
sería BsF 60; bajo esta cifra se propone que Venezuela establezca la
paridad cambiaria.
Venezuela exhibe una economía excesivamente dependiente de
importaciones directas (productos terminados) como de aquellas que son
indirectas y a su vez indispensables para el sector industrial (insumos,
materias primas y maquinarias). Herencia de la cultura del petróleo que
ha sido cuestionada muchísimas veces por el presidente Maduro,
invitándonos a superar el modelo rentista que nos impusieron y que hoy
sirve de enclave para la ejecución de planes operativos dirigidos a
caotizar políticamente la economía.
Cuando a usted le dicen que es necesario que Venezuela establezca una
paridad cambiaria en 60 bolívares por dólar, le están diciendo que el
kilo de pollo, de carne y de arroz que hoy puede adquirir gracias al
control cambiario y a la política de subsidios del Gobierno Bolivariano,
va a tener que comprarlo, esta vez, 100 veces más caro.
- Ejemplo de paridad cambiaria como promotor de la pobreza estructural es Perú. País que luego de firmar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos en el año 2007, entregó su legislación laboral, fiscal y tributaria, los campos agrícolas y la industria nacional, a los dictámenes importadores y neocolonialistas de la economía norteamericana. Las consecuencias son palpables. Perú, año tras año, ha venido aumentando sus importaciones alimentarias desde Estados Unidos hasta los 3 mil millones de dólares, afectando enormemente la producción agrícola nacional y encareciendo abismalmente, como es lógico, el sector alimentación. Y aunque existe paridad cambiaria relativamente barata (sólo para la minoritaria franja acomodada de ese país) 45% del total de niños peruanos vive en la pobreza; en la periferia, la pobreza extrema (sin discriminación etárea) llega al 52,2%. Casi la mitad de la población peruana, literalmente, está luchando para no morirse de hambre.
Para que Venezuela pueda "equilibrarse" económicamente (al
estilo peruano) la mayoría de la población tiene que sencillamente
resignarse a pasar hambre. El proyecto de "modernizar" al país sólo
necesita de una clase media buchona que pueda adquirir lo que se importa
desde Estados Unidos y Europa. El resto, por ser "el resto", sobra, ya
que no puede acceder a la centrífuga
del empleo formal, minoritario y excluyente en contenido y forma,
diseñado para uso y estafa de unos poquitos.
Los economistas opositores le ofrecen como salvación el hambreador
modelo peruano, exitoso sólo para las minorías acomodadas de ayer y
hoy.
Liberación de precios o cómo su nevera quedará cual pecera (agua y luz nada más)
Venezuela depende mucho de la economía de puerto |
Cuando el parasitaje nacional y transnacional ataca el control de precios, lo hacen bajo el insostenible
argumento de la supuesta "quiebra económica" en la que se encuentran.
¿Realmente alguien puede pensar que Mendoza es menos rico por la
regulación de los precios? ¿O que los dueños de la Nestlé están
vendiendo sus propiedades y autos de lujo para que la empresa sobreviva?
¿O que los gerentes de la General Mills están al borde del suicidio por
la supuesta bancarrota? ¿O que las panaderías están por cerrar por
falta de productos derivados del trigo?
El control de precios ha significado, sin lugar a dudas, una
limitación en su proyecto de acumulación improductiva e importadora. No
están quebrados en términos económicos, pero el hecho de que el Gobierno
Bolivariano meta la mano en el botín los molesta enormemente, porque se
les restringe la libertad de robar plenamente a la población.
Llámele "economía de mercado" si quiere, aunque la definición del
hecho se describa bajo palabras mucho menos tecnocráticas: los lambucios
–de siempre– en el poder.
- En México la liberación de precios y la monopolización norteamericana del sector alimentario, salud, educación y servicios públicos, también muestra sus dotes de "modernidad" exhibiendo la alarmante cifra de 50 millones de personas (casi la mitad de la población mexicana) a las cuales no les alcanzan sus ingresos para cubrir las necesidades básicas.
Cuando a usted le dicen
que en Venezuela debe establecer la liberación de precios como
mecanismo modernizante de mercado, le están diciendo que usted debe
pagar (y si no puede, se jodió) para comer, para tratarse una enfermedad
y para vestirse al precio que los lambucios (llámelos también
parásitos) decidan cobrarle. Y lo harán bajo las leyes del mercado que
les otorgan la capacidad (y el centenar de justificaciones) de decidir
que usted debe dejar de comer porque si no ellos no podrán elevar su
ganancias. Pobrecitos, ¿no?
Los economistas opositores le ofrecen como salvación el hambreador
modelo mexicano, mezclado con el alto costo de la vida del colombiano
promedio y la pobreza infantil peruana.
Competitividad o cómo lo robarán con una pistola de agua
Otra máxima de la modernización tiene que ver con la competitividad.
Opinólogos y economistas de la oposición venezolana dicen
que en Venezuela, por culpa del control cambiario y el control de
precios, los grandes carteles económicos del planeta se sienten
"desmotivados" y renuentes
a invertir sus cuantiosos capitales en nuestro país, lo cual tiene
implicaciones en la reducción del crédito internacional y una mala fama
que va agarrando fuerza, convirtiéndonos en un país horroroso que impide
que los ricos se hagan más ricos matando de hambre a más de la mitad de
la población venezolana.
- Colombia, México y Perú ostentan las legislaciones laborales más retrógradas y esclavistas de todo el planeta, y tiene que ser así para que el capital extranjero no ponga en riesgo sus importantísimos recursos financieros.
Cuando a usted le dicen que Venezuela debe estimular la
competitividad y la entrada de inversiones extranjeras para que
extraigan jugosas tasas de retorno, le están diciendo que el Gobierno
venezolano debe eliminar misiones sociales (reducir el "gasto público"),
prestaciones sociales ("reducir el déficit"), aumentos de salarios y
cualquier política de subsidio que violente las sagradas normas de la
economía: que el dinero que hoy usted tiene en el banco y en el bolsillo
sea entregado, enterito, al capital nacional y extranjero.
Grecia o cómo se aplicaron a cabalidad todos estos conceptos
En Grecia los conceptos de libre mercado, paridad cambiaria,
liberación de precios y competitividad se aplicaron con todo su
esplendor modernizante.
Dicho país, quebrado y atacado brutalmente por la institucionalidad
financiera mundial, simboliza cómo los empresarios de ese país, el FMI y
Alemania, armados con los conceptos antes descritos, se dieron a la
tarea de fugar capitales, especular con ganancias ficticias y rumbearse
en la bolsa de valores rendimientos mínimos que creían superlativos. Hoy
la resaca del saqueo debe ser financiada por la población, dejando de
recibir pensiones y subsidios vitales por parte del gobierno griego.
Pero aún con ese ejemplo europeo del que hoy somos testigos, y con
las crudas y trágicas realidades de los colombianos, peruanos y
mexicanos, los opinólogos y analistas económicos de la oposición están
esperando que el Gobierno Bolivariano caiga (por la vía que sea) para
implementar el mismo modelo de hambre y miseria como política de Estado,
en nombre del libre mercado y demás espejitos ya revendidos en las
(quebradas) naciones antes mencionadas.
Estos conceptos modernizantes proponen, simple y llanamente, que
usted debe pasar la roncha pareja para que los indicadores
macroeconómicos se equilibren, porque así como estamos, donde la inmensa
mayoría del país anda comiendo y supliendo sus necesidades básicas, no
se puede continuar.
Que usted coma y pueda vestirse, desde la lógica del economista
moderno, es un delito que se paga con inflación, bachaqueo, contrabando
de extracción, sobrefacturación de divisas, especulación comercial y
macroacaparamiento: respuesta política de los parásitos nacionales e
internacionales por haberles violentando su estafa económica.
Y si no me cree, pregúntele a un colombiano por qué decidió cambiar su país de inflación controlada (4,36%) y crecimiento económico
boyante (3,2%) por otro que tiene una economía tan desequilibrada, que
aquellos que no estudiaron, ni son profesionales, ni trabajan para una
empresa importante, pueden comerse tres platos (y más) de comida al día.
Y que esto suceda es una decisión política, no económica. Que los
indicadores y conceptos hablen, que nosotros responderemos. Al final
cada indicador económico simplemente cifra el enloquecimiento de los
pelucones por tumbar a Nicolás Maduro.
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