Tomando una panorámica de la situación actual de la economía venezolana,
 a la vista resaltan por su crudeza algunas paradojas que sólo son 
explicadas por dos situaciones concretas. Una estructural y una 
coyuntural: nuestra economía basada en la renta petrolera y la actual 
guerra económica como ejercicio brutal de la burguesía contra el pueblo.

Hablar de "crisis" en Venezuela debería basarse en un desbarajuste en
 todos los componentes fundamentales que rigen una economía. Deberían 
verse conjugadas la mayoría de las estadísticas medulares en un 
enrarecimiento absoluto, pero no. No es el caso de Venezuela.
En la coyuntura actual confluye la vulnerabilidad estructural de 
nuestra economía, históricamente monoexportadora, dependiente del precio
 internacional del petróleo, importadora y festín del saqueo de divisas 
en tiempos de libre cambio o control de cambio (en términos mucho 
menores) por la burguesía. También confluyen las variables de una 
economía intervenida políticamente por medio de la guerra económica.
Lo bueno
Para hacer una referencia, hablar de crisis económica en muchos 
países de Europa y del mundo implica hablar de deudas externas 
inmanejables, banca quebrada, paralización de las inversiones, desempleo
 alto y déficit fiscal.
Según un estudio de la organización Jubilee Debt Campaign, citando a The World Factbook,
 un mapa estadístico mundial de la Central de Inteligencia Americana 
(CIA), en Venezuela la deuda externa es del 19% del PIB, de las más 
bajas del continente (para hacer una referencia, la de España es del 
167% del PIB según la misma fuente) y estamos fuera de cualquier grupo 
de riesgo por deuda.
La banca venezolana ha crecido con intermitencias según cifras del 
BCV que mide la variación interanual del PIB (real) de instituciones 
financieras y seguros. Alcanzando un crecimiento promedio entre el 12% y
 el 18%, casi a los mismos niveles que al de cualquier país de los 
Brics.
En Venezuela el principal inversor (el Estado), modulador de la 
economía entera (el papá que mantiene hasta al sector privado) no para 
de invertir hasta con petróleo bajo en obras, programas sociales, áreas 
de cobertura pública y hasta en otras no "convencionales" como empresas 
estratégicas, alimentos, maquinaria, etc. Hoy la inversión social se 
mantiene en 64% del presupuesto nacional.
Nuestro desempleo rodea el 6% y se mantiene estancado como uno de los
 más bajos de los países en vías de desarrollo del mundo, según la 
Comisión Económica (ONU) para América Latina, Cepal.
Recientemente el presidente Nicolás Maduro anunció que en el mes de 
julio (casi a mitad de año) alcanzamos el superávit en la meta de 
recaudación fiscal (510 millones bolívares recaudados), es decir, lo que
 se recaudará de aquí en adelante serán excedentes y la hacienda pública
 sigue fuerte y vigorosa.
Lo malo
La economía venezolana tiene la debilidad estructural de conformarse 
de manera dependiente a la renta petrolera. Nuestro PIB varía mucho en 
función del precio internacional petrolero, y para colmo nuestra 
economía privada depende de la teta petrolera del Estado, creándose una 
dinámica económica expoliadora de la renta, tanto en condiciones de 
libre cambio como en épocas de controles.
Pero aunada a esa situación, Venezuela tiene consigo un componente de
 economía signada por la especulación estructural, la inflación 
sistémica y el predominio de factores expoliadores del ingreso nacional;
 hablamos de mercaderes con posición de dominio en la economía que basan
 su comportamiento en la máxima usura. Esto no es nuevo.
Esta modalidad de economía (mafiosa y parásita) se consagra desde la huelga sistemática de inversiones
 que el sector privado hizo desde mediados del siglo XX. Básicamente, 
descubrieron que era más fácil vivir de la renta petrolera, captarla, 
usurparla y robarla, que producir y desarrollarse como industria 
nacional. La burguesía se aseguró de acceder a divisas, importar y 
especular de manera ordenada y perenne. La vorágine importadora es 
también especuladora.
Tony Boza, en una de sus notas,
 reseña que esto quedó documentado científicamente desde 1940. Se trata 
del Informe Técnico Económico de la Misión Fox, hecho por unos 
encomendados economistas gringos que vinieron a estudiar nuestro país 
para su manejo teledirigido desde Gringolandia y se consiguieron que 
nuestros sistemas de precios ya estaban viciados por la especulación.
"El Informe técnico económico de la Misión Fox", realizado entre los 
años 1939 y 1940, explica en el capítulo denominado "Estructura y nivel 
de los precios en Venezuela" que "con pocas excepciones, tanto las 
mercancías producidas en Venezuela como las importadas se venden a altos
 precios (…). Muchos artículos se venden en Caracas por el doble o el 
triple de lo que se venden en Washington, y en algunas ocasiones al 
cuádruplo y hasta más". También afirmaba la comisión Fox que "hay que 
tener en cuenta que los mayoristas importadores son de hecho banqueros 
así como también comerciantes", es decir, el perfecto triángulo de la 
especulación, explica Boza.
La economía venezolana tiene en un mismo cónclave capitalista a 
importadores, ladrones de divisas y especuladores en la economía 
interna. Los mismos de 1940 tienen hoy un mayor poder en el circuito 
económico doméstico y son en esencia un sector privado basado en la 
máxima usura. El llamado "efecto holandés" -el de una economía petrolera
 con gran circulante de masa monetaria inorgánica causante de la 
inflación- queda en entredicho si asumimos que es una ley en la economía
 que ante la ausencia de un "mercado" (en términos clásicos con ausencia
 de "competencia perfecta") quienes tienen control y dominio de la 
economía en sus eslabones más importantes ponen a su máximo beneficio la
 estructura económica entera.
El comportamiento de los precios en Venezuela no obedece al "efecto 
holandés", obedece al comportamiento metabólico-especulativo del sector 
privado. De hecho, hay cifras que respaldan tal hecho en años recientes,
 cuando el circulante monetario no necesariamente ha estado 
correlacionado a la inflación, como aparece en la gráfica adjunta:
Esta condición estructural nuestra es la médula de la coyuntura de la 
guerra económica como ataque planificado y ordenado a nuestra economía 
con fines políticos. Quienes saquean divisas, quienes importan y 
distribuyen (especulando), imponen todo su peso a la economía real. 
Lo feo
En Venezuela la "crisis" reside especialmente en los sistemas de 
abastecimiento y precios. Es decir, en esos ámbitos del sector privado 
donde confluyen todas las cosas en la que para el Gobierno es 
verdaderamente (e históricamente) difícil regular, intervenir y 
controlar. En Venezuela la crisis revienta desde el sector más 
privilegiado del país y va contra los bolsillos de la gente común.
Con agravantes como el megabachaqueo y el megacontrabando, aupados 
por la fijación artificial del dólar paralelo cortesía del eje 
Miami-Cúcuta (Dolar Today), la economía sufre embates. Desde julio de 
2014 al presente según Dolar Today el bolívar se ha "devaluado" un 900%,
 enrareciendo de esta manera todos los sistemas y subsistemas de precios
 con el dólar cucuteño y paraco como "marcador". Esto es guerra 
económica, no es el comportamiento natural de una economía que tiene tan
 buenos indicadores como los que ya explicamos y que si tienen bien mal 
en los países en verdaderas crisis.
Seamos honestos: incluso con petróleo a 50 dólares, si el sector 
privado no estuviera concentrado en tumbar a este Gobierno, se hablaría de otros 
niveles de estabilidad. Sin Dolar Today, no existirían los 
niveles de contrabando y desabastecimiento. Sin Dolar Today y dólar 
paralelo a precio artificial insólito, no había enrarecimiento absoluto 
en los sistemas de precios y la especulación estaría en niveles 
controlables (o históricamente habituales). La paradoja es que Venezuela
 es un extraño país donde estando muchas estadísticas muy importantes en
 muy buen estado, un par de ellas intervenidas por razones políticas 
(guerra económica) destruyen todo el orden económico y la base de 
recursos.
Lo feo de la economía venezolana se basa en un orden mafioso que no 
ha sido saneado, destruido, desmembrado o sustituido a totalidad, y que 
hoy conjuga nuestras debilidades estructurales en una coyuntura de 
economía de guerra con fines de extorsionar a la sociedad venezolana 
para que devolvamos el poder político al servicio del poder económico 
privado. El problema de fondo es una economía capitalista. Es ahí donde 
hay que, en medio de la coyuntura, asumir el desmontaje de la estructura
 mafiosa.
 mision verdad
 

 
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