Esto se repitio en todos los rincones |
En
el Sambil de Margarita, específicamente en la salida de Playa Parguito,
hubo tremenda cola para comprar whisky a precio justo. La misma se
extendió por varios días y finalizó cuando se vendió la última botella.
Cerca de 300 personas, entre residentes y visitantes, constituían la
fila para adquirir la ración alcohólica que nos permite pasar con gusto
importado la tensión económica de fin de año.
Los asistentes a la cola pudieron acariciar los recuerdos insulares
de la zona franca donde se hizo cotidiana la fabricación excesiva de
cubitos de agua perrier. El original y verdadero whisky en las rocas que
hoy padece la inflación endémica más grande de América Latina.
Recordar es vivir rascado.
Si usted revisa una publicidad de Grant´s o Buchanan se dará cuenta
que ese consumo alcohólico está relacionado con ricos, empresarios y
clase media servil. El licor de la minoría buchona que no le gusta
pararse al día siguiente con ratón.
Y es así porque ninguna nación del planeta subsidia la importación
masiva de este licor. Por lo cual se le confiere a la mano visible del
mercado la efectiva organización de la pea: el que se quiera rascar con
whisky que pague.
Pero Venezuela es especial, con toda la distorsión que recaba el hipertrofiado concepto.
En esa cola había desde taxistas, pasando por trabajadores de otros
centros comerciales hasta turistas de diferentes partes del país que
no querían pelar el bonche de gastar sus últimos churupos en este licor
desguazado por el dólar paralelo.
La posibilidad de comprar nuevamente las cajas de seis botellas, ese
hermoso recuerdo de la isla baratica y mitad escocesa (y también mitad
alemana, gringa, francesa y británica), se manifestó porque los
mayoristas del whisky al fin hicieron lo que les fue encomendado: traer
la mercancía subsidiada a Sicad I.
Más de uno que estaba en esa cola se volvió a pasar para este lado de
la orilla. Pues terminó de entender que el Gobierno sí está dando los
dólares constantes y sonantes, a quien se los pida, para importar
cualquier mierda, pues nos gusta de todo y de cualquier tamaño y color.
Una rectificación memorable por parte de importadores y comerciantes.
La eficiencia del Gobierno se notó al fin porque demostró estar
dispuesto a satisfacer nuestras necesidades navideñas: la ayudaíta
despilfarradora del petrodólar subsidiado.
Ser rico no es malo, y parecerse a ellos (aunque sea en la bebedera) tampoco.
La vigilia se intensifica por estos días, pues se dice por ahí que llegará un cargamento de agüita perrier a precio justo.
El cupo en la cola se paga con un trago de whisky. Pues si algo
caracteriza al venezolano es el acto de compartir con lo que le sobra y
tiene a la mano.
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