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viernes, 2 de enero de 2015

Elixir de los dioses a precio justo

Esto se repitio en todos los rincones
En el Sambil de Margarita, específicamente en la salida de Playa Parguito, hubo tremenda cola para comprar whisky a precio justo. La misma se extendió por varios días y finalizó cuando se vendió la última botella.
Cerca de 300 personas, entre residentes y visitantes, constituían la fila para adquirir la ración alcohólica que nos permite pasar con gusto importado la tensión económica de fin de año.
Los asistentes a la cola pudieron acariciar los recuerdos insulares de la zona franca donde se hizo cotidiana la fabricación excesiva de cubitos de agua perrier. El original y verdadero whisky en las rocas que hoy padece la inflación endémica más grande de América Latina.

Recordar es vivir rascado.

Si usted revisa una publicidad de Grant´s o Buchanan se dará cuenta que ese consumo alcohólico está relacionado con ricos, empresarios y clase media servil. El licor de la minoría buchona que no le gusta pararse al día siguiente con ratón.  
Y es así porque ninguna nación del planeta subsidia la importación masiva de este licor. Por lo cual se le confiere  a la  mano visible del mercado la efectiva organización de la pea: el que se quiera rascar con whisky que pague.
Pero Venezuela es especial, con toda la distorsión que recaba el hipertrofiado concepto.
En esa cola había desde taxistas, pasando por trabajadores de otros centros comerciales hasta turistas  de diferentes partes  del país que no querían pelar el bonche de gastar sus últimos churupos en este licor desguazado por el dólar paralelo.
La posibilidad de comprar nuevamente las cajas de seis botellas, ese hermoso recuerdo de la isla baratica y mitad escocesa (y también mitad alemana, gringa, francesa y británica), se manifestó porque los mayoristas del whisky al fin hicieron lo que les fue encomendado: traer la mercancía subsidiada a Sicad I.
Más de uno que estaba en esa cola se volvió a pasar para este lado de la orilla. Pues terminó de entender que el Gobierno sí está dando los dólares constantes y sonantes, a quien se los pida, para importar cualquier mierda, pues nos gusta de todo y de cualquier tamaño y color.
Una rectificación memorable por parte de importadores y comerciantes. La eficiencia del Gobierno se notó al fin porque demostró estar dispuesto a satisfacer nuestras necesidades navideñas: la ayudaíta despilfarradora del petrodólar subsidiado.
Ser rico no es malo, y parecerse a ellos (aunque sea en la bebedera) tampoco.
La vigilia se intensifica por estos días, pues se dice por ahí que llegará un cargamento de agüita perrier a precio justo.
El cupo en la cola se paga con un trago de whisky. Pues si algo caracteriza al venezolano es el acto de compartir con lo que le sobra y tiene a la mano.

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