En
1930, William Rickett comenzó a esculpir guardianes aborígenes de la
seva tropical de Australia. Ahora es un parque nacional abierto al
público.
Entre
los helechos y el musgo de uno de los bosques tropicales más bellos del
mundo, estatuas de piedra están vigilando lo que pasa. Las misteriosas
esculturas de aborígenes están fundidas con las rocas y los troncos de
los árboles, guardando para siempre la paz de su paraíso indígena.
Esto se encuentra en los Dandenong
Ranges de Victoria a las afueras de Melbourne, Australia. Allí se
encuentra el santuario de William Ricketts, el hombre detrás de casi
cien esculturas de barro disfrazadas de pedazos de bosque. La
experiencia es definitivamente una experiencia fantasmal.
Rickett no fue especialmente un artesano
ni un escultor entrenado, pero por alguna razón escogió el arte para
expresar su respeto por los aborígenes, personas con las que pasó muchos
años interactuando y aprendiendo. Y aunque él no fue aborigen de
sangre, se consideraba como un adoptado de ellos. En varias de las
esculturas, Rickett se representa a sí mismo protegido por ellos, que a
su vez protegen la selva tropical.



William Rickett vivió y trabajó en esta
sitio desde 1930 hasta su muerte en 1993, y creó sus esculturas en una
pequeña cabaña que aún se mantiene en pié. Pero sus esculturas están
dispersas por todos los bosques de Australia, aunque muchas de ellas
hayan sido destruidas.
El parque de esculturas fue adquirido por el gobierno de Australia en 1960, y está abierto al público de manera gratuita.






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