Con
las protestas de los últimos días volvemos a enfrentarnos a la ilógica
lógica opositora. Vale decir que también que en estos días pude
comprobar que esa ilógica oposición cuenta cada vez con menos adeptos.
Porque al fin y al cabo el pensamiento se rebela a que la locura de unos
pocos ponga en riesgo la estabilidad de muchos.
Sostener
que quienes han dejado destrozos por donde pasa su marcha son
manifestantes pacíficos, y que hacer eso es su derecho sagrado; asegurar
que el llamado de Leopoldo López a protestar en la calle “hasta que
este gobierno caiga” no es una incitación desestabilizadora cuyo fin es
derrocar al gobierno; decir “cero impunidad” y en seguida exigir la
liberación de “los estudiantes”, como si un carnet estudiantil fuera un
salvoconducto para delinquir; y para colmo, acusar al gobierno de haber
generado esos hechos por quién sabe qué fin es como poco, una grotesca
demostración de cinismo.
Pocos,
muy poquitos ciudadanos están a aplaudiendo estos hechos. A pesar de su
descontento, de su desacuerdo con el gobierno, la mayoría de los
opositores que conozco los condenan y están hartos de la malcriadez de
los jóvenes guarimberos que, no conformes con los destrozos, insisten en
bloquear las calles y avenidas de urbanizaciones donde la mayoría de
los vecinos son opositores al gobierno, es decir, sus aliados naturales
si sus protestas no fueran tan desnaturalizadas.
Los
dirigentes de oposición tampoco quedan muy bien parados porque no no se
deslindan de la violencia con la contundencia que muchos de los que los
ha apoyado esperan. Estos “líderes” mediáticos, acostumbrados a imponer
agendas a través de la tele o de grandes y alarmantes titulares de
prensa, no terminan de entender que la política que hace de abajo hacia
arriba, desde la gente, y ciegos de ambición no escuchan que lo la gente
quiere es vivir en paz; que ya la locura de “lo que sea con tal de
salir del gobierno” no cala. Pero, claro, la mayoría de la dirigencia
opositora no puede tener otra agenda que no sea la que impone quien los
financia.
Están
pisoteando un suelo fértil dónde podrían cultivar un liderazgo serio,
una opción seria para tantos que la están reclamando. Ojalá, por el bien
de Venezuela, alguno de ellos lo entienda y actúe.
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