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sábado, 26 de septiembre de 2015

La Guajira colombiana: tragedia de muchos en beneficio de unos pocos

Los datos alarmantes de miseria económica, el contrabando de gasolina y alimentos desde Venezuela, la extracción salvaje de carbón, el narcotráfico y el esclavismo generalizado, dibujan la cotidianidad en La Guajira colombiana.
Juan Manuel Santos dijo que iba "sin grandes expectativas" a la reunión con el presidente Nicolás Maduro. Los siete puntos que fueron acordados luego del encuentro no tardarán en poner de manifiesto su total inoperancia hacia la "normalización" de patrones delincuenciales que, hoy por hoy, rigen el funcionamiento de la economía colombiana.
No porque él se encuentre "preso" de los grupos criminales dedicados al narcotráfico y al contrabando, sino porque la parapolítica que él representa y los "exitosos logros" del "modelo colombiano" dependen en buena medida del desangre fronterizo que le aplican a Venezuela. Hasta el pasado 19 de agosto, esa arremetida frontal no significó ningún problema para su gestión de gobierno.
El escenario cambió de un mes para acá y ahora Juan Manuel Santos está obligado a incluir en su oferta preelectoral al departamento de La Guajira. Ahí donde no gobierna el Estado colombiano sino las transnacionales del carbón y el gas, ahí donde la delincuencia económicamente organizada tiene su exclusivo estado de excepción, ahí donde el olvido y la promoción de la muerte es la miseria legalizada de todos los días, ahí donde hace más de 135 años no ponía un pie algún presidente colombiano.
El estado de excepción por parte del Estado venezolano fue activado en el pasillo fronterizo del Zulia el pasado 7 de septiembre. Por mencionada filtración salían aproximadamente 60 mil barriles diarios de combustible, según el presidente de Pdvsa Eulogio del Pino.

Estadísticas socioeconómicas del departamento de La Guajira

La deserción escolar, en distintos niveles educativos, es del 78%. Incluso, en algunos municipios rurales tales como Manaure y Uribía, esta cifra puede llegar hasta el 93%. Ninguna otra entidad federal de Colombia le llega tan siquiera a los tobillos.
La pobreza "promedio", "extrema" y la tasa de desempleo no pueden entenderse como categorías separadas puesto que constituyen una realidad social indivisible. En el departamento de La Guajira la pobreza supera el 50% y el desempleo ronda el 48%. Estamos hablando de aproximadamente 300 mil personas que viven con menos de seis mil pesos colombianos al día, si tomamos como referencia las cifras del Pnud que cifran en 600 mil las personas que tienen edad para trabajar y que 200 mil pesos al mes representan la frontera monetaria conocida como el "mínimo de subsistencia".
La cobertura de salud para los habitantes de La Guajira colombiana es casi inexistente, tanto por el altísimo costo que significa acceder a una consulta médica o a una intervención quirúrgica, como también por el hecho de que los pocos (y precarizados) centros de salud pública se encuentran en el municipio de Riohacha (capital del departamento de La Guajira), alejados en extremo de la población rural, la cual representa un 55% de la población total.
Según la Encuesta Nacional de Situación Nutricional, 70% de los niños de La Guajira sufren de desnutrición crónica, con el agravante de la exponencial "inseguridad alimentaria" que en la población rural (mayoritariamente wayúu) tiene un grado de afectación superior al 90%.
Miles de agricultores y campesinos de la zona por vía de las armas


Carbón y narcotráfico: dos patas una estructura económica fallida

"La bonanza marimbera de los años 72-78, fue un negocio casi exclusivo de algunos sectores de la Costa Atlántica, región en la que se pudo desarrollar con mayor impunidad por la facilidad de transporte marítimo (Colombia posee centenares de kilómetros de playas sobre el Atlántico). O para el aéreo, en los desiertos guajiros, aptos casi en su totalidad para la 'apertura' de pistas clandestinas".
Así se refiere el periodista colombiano Fabio Castillo en su libro Los jinetes de la cocaína, sobre cómo grupos criminales dedicados al narcotráfico y al contrabando se fueron apoderando durante las décadas 70 y 80 del departamento de La Guajira.
Dicha apropiación tuvo de telonero la expulsión feroz por la vía de las armas de miles de agricultores y campesinos de la zona. Las grandes extensiones de tierra que fueron adquiridas serían utilizadas para el cultivo de marihuana con calidad de exportación, y diez años después, para la expansión de cultivos de coca y de la amplia red de laboratorios-maquila para su procesamiento. La infraestructura portuaria y aeroportuaria para facilitar su exportación ya venía aceitándose desde los años 70, un dolor de cabeza menos para los narcos y el gobierno colombiano.
Mientras el narcotráfico privatizaba y deforestaba las áreas agrícolas de la mediana y baja Guajira, el gobierno de Alfonso López Michelsen firmaba el primer contrato a gran escala de exploración y extracción de carbón en la mina El Cerrejón con la filial minera de la Exxon Mobil, Intercor.
La piedra fundacional de este megaproyecto necesitaba de 38 mil hectáreas "limpias" en los poblados wayúu de Albania y Barrancas, principalmente. Pero el punto y círculo de los desplazamientos forzados para beneficiar la extracción de carbón no terminarían ahí.
Durante los años 90 la transnacionales Glencore, Anglo American y BHP Billiton, fueron adquiriendo una gigantesca franja territorial con el beneplácito del Ministerio de Minas. Según el Centro de Estudios del Carbón de La Guajira, en la actualidad existen más de 779 concesiones entregadas a las transnacionales mineras para que holgadamente en las 4 millones de hectáreas que les fueron concedidas sin mayores reservas legales realicen sus actividades de saqueo.
La mina El Cerrejón es una de las minas de carbón a cielo abierto más grande del planeta y exporta anualmente más de 30 millones de toneladas. Sólo en La Guajira, según la Cámara de Comercio de dicho departamento, se produce el 36% de todo el carbón que exporta Colombia, además de aportar el 55% de los ingresos que entran por vía fiscal a la entidad.
Más de 20 transnacionales mineras, en su mayoría británicas, australianas y canadienses, señorean la extracción de carbón en La Guajira, obteniendo rendimientos superlativos por el orden de los 24 mil millones de dólares desde el año 2012. Menos del 10% de esta cifra ha ingresado al departamento por concepto de regalías.
La marginalidad económica potencia el contrabando fronterizo

La mina más importante

El tejido económico de La Guajira, vertebrado a partir de la explotación transnacional del carbón, de la explotación transnacional de yacimientos gasíferos (que a su vez resguardan el 44% de las reservas probadas de toda Colombia) y en el comercio, no tiene capacidad de emplear por la vía formal la ingente cantidad de guajiros desempleados.
Las transnacionales mineras sólo necesitan aproximadamente 10 mil trabajadores para sacar todo el carbón que les plazca. Chevron-Texaco para operar los yacimientos gasíferos de Chuchupa y Ballenas necesita menos de 3 mil. Según un estudio del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, el 31,6% de la masa laboral está empleada en el renglón de comercio, restaurantes y hoteles, otro 11% en actividades de transporte y almacenamiento, y un microscópico 0,7% en actividades agrícolas.
Los feroces desplazamientos cometidos por la incipiente industria del narcotráfico y las empresas transnacionales amalgamadas con el paramilitarismo durante los años 80 y 90, fueron cambiando el epicentro de gravedad económica hacia las periferias de Maicao y las zonas comerciales aledañas. La apropiación casi que absoluta de territorios agrícolas en la mediana y baja Guajira, el proyecto para desviar el río Ranchería con el fin de extraer más de 600 millones de toneladas adicionales de carbón, que aparte de agudizar el escaso acceso al agua de la población wayúu intensifica la pérdida de cosechas, son bordes de una misma causa, dirigida especialmente a configurar una inagotable mina de pobres.
La marginalidad económica que se ha potenciado en los últimos 35 años abre la posibilidad para que grupos mafiosos dedicados al contrabando desde Venezuela establezcan una ley marcial de tipo económico, donde campesinos e indígenas en otrora desplazados hacia las periferias de Maicao o Riohacha son ahora reclutados como esclavos en el lleva-y-trae perenne de gasolina y alimentos.
La legalización de cooperativas pimpineras es simplemente el dato jurídico que expresa una nueva modalidad de empleo impregnada de esclavismo, puesto que las mafias que fungen como empleadores (como por ejemplo Ecopetrol y las empresas comerciales afiliadas a la Cámara de Comercio del departamento de La Guajira) no asumen ni el más mínimo costo laboral. Si un wayúu muere transportando gasolina o baleado por un paraco que responde a empresas rivales de la cooperativa a la cual le trabaja, no es mayor problema: la mina que fabrica esclavos nunca se detiene, y miles de guajiros desempleados esperan una funesta jugada del destino para ingresar al "mercado laboral".
La paraeconomía de La Guajira es consecuencia directa de la dictadura transnacional que gobierna dicho territorio. Convertida en una poderosa máquina con capacidad de triturar la vida de aquellas franjas poblacionales que directamente no alcanzó a corroer la industria del narcotráfico y la minería.
El crecimiento exponencial del PIB de La Guajira en los últimos dos años está fundamentado en el contrabando de combustible. Tanto es así que la Cámara de Comercio de la entidad dice que, aún con alarmantes cifras de miseria económica y desempleo, La Guajira es un territorio amable para con las inversiones extranjeras y el empresariado colombiano.
Un impresionante ejército de esclavos obligado a contrabandear combustible desde Venezuela por migajas, así lo certifican.
Fuente: Mision Verdad

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