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jueves, 10 de septiembre de 2015

Así de costosa puede ser la vida de un habitante cucuteño|

La puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio firmado con Estados Unidos en 2012 y la programada sobreexposición económica diseñada en beneficio de grandes corporaciones transnacionales y en perjuicio de la población, han ido moldeando a Colombia como un país estructuralmente privatizado que socializa y democratiza el hambre y la miseria a lo largo y ancho del territorio.
Dentro de este marco de miseria económica planificada, Cúcuta (y en general el Departamento Norte de Santander) ha encontrado en la vertiginosa aceleración del contrabando de extracción desde Venezuela un mecanismo expedito e indispensable para que los carteles comerciales de la zona reactiven sus márgenes de ganancia en un contexto internacional marcado por la devaluación del peso colombiano (superior al 50%) en los últimos meses del año debido al encarecimiento del dólar y por una importante reducción de los ingresos nacionales producto de la estrepitosa caída de los precios internacionales del petróleo.
El poder político ejercido totalitariamente por la élite económica nacional y extranjera hace posible que estos desbarajustes externos afecten por distintas vías al más pobre y no las ganancias de los empresarios.
Cúcuta agrupa el 80% de las empresas del Departamento Norte de Santander. La actividad económica de la ciudad está basada fundamentalmente en el sector comercio, hoteles y restaurantes (37%), seguido por los servicios públicos (20%), industria (14%), transporte (11%), actividades inmobiliarias (8%) y construcción (6%). Las modalidades de empleo que se desprenden de este panorama se ven reflejadas en 61,7% de la población económicamente activa que se dedica al comercio, otro 26% que se desempeña como obrero y empleado, y un tercer sector bastante minoritario, absorbido como empleados del gobierno (3,8%), trabajo familiar (4%) y empleados domésticos (1,7%).
Aunque las estadísticas oficiales que provee el Dane están bastante atrasadas, informaciones emanadas de instituciones públicas y boletines estadísticos de tiempos recientes ofrecen un acercamiento a la realidad social de Cúcuta. La educación pública viene privatizándose año tras año, reduciendo la cantidad de cupos que ofrecen los colegios públicos a 60 mil para un universo de 175 mil estudiantes. Según una investigación realizada sobre el tema de la deserción escolar en Colombia, más de 50 mil niños de Cúcuta están fuera de las aulas de clase debido a la reducción de subsidios y el aumento de las matrículas en centros de educación privada.
El mismo fenómeno privatizado está presente en la salud. En Cúcuta “funcionan”sólo 4 hospitales públicos altamente precarizados, y los subsidiosgubernamentales para tener una cobertura mínima sólo cubre a 20 mil habitantes. La inmensa mayoría restante debe pagar más de 70 mil pesos mensuales a una aseguradora privada para que le pongan un suero y le regalen par de paquetes de curitas.
La tasa de desempleo es la segunda más alta de Colombia (15,7%). La pobreza extrema es del 33% aproxidamente, y la canasta básica de alimentos superacinco veces el salario mínimo, claves que dibujan un panorama socioeconómico articulado y dirigido desde la privatización de todos los aspectos de la vida, donde el Estado (como supuesto garante de derechos y tal) no existe en la realidad más allá de otorgar migajas sin ningún impacto poblacional. El alcalde de Cúcuta es simplemente un gestor del extensivo modelo hambreador que se le impuso a esa zona bajo el argumento de que el contrabando de extracción desde Venezuela ya proveía suficientes ayudas. Los principales beneficiados de aquí y allá lo llaman “comercio binacional” para legalizar sus constantes estafas al país.
La (cruda) verdad
El sector productivo de la economía de Cúcuta, como veíamos con anterioridad, absorbe a un sector bastante minoritario de la población que a diferencia del sector cuentapropista tiene al menos una remuneración constante y estable hasta cierto punto, lo cual no quiere decir que sea mucho mayor o que eso signifique acceder a un apartamento en el centro de la ciudad o a un carro del año.
Sin embargo, como muestra la infografía a continuación, este sector productivo-exportador se ha visto afectado desde el año 2012 impulsando el despido programado de los obreros que laboran en esas empresas, ya que ante una caída tan estrepitosa de las exportaciones y las importaciones de la zona, lo recomendable para el empresario (según la teoría económica capitalista) es deshacerse de los trabajadores para reducir costos y preservar las ganancias. Estos trabajadores despedidos son los que han inflado la tasa de desempleo durante los últimos dos años, y en consecuencia, la de aquellos que tienen que buscarse el sustento comprando y revendiendo productos venezolanos, alquilando minutos y vendiendo arroz con leche, los llamados cuentapropistas que se enfrentan diariamente con una realidad económica dirigida por el azar y el sálvese quien pueda.
En el año 2008, los empleos generados por esta rama económica industrial de la ciudad de Cúcuta superaban los 8 mil puestos de trabajo; tres años más tarde, según una investigación del Banco Central colombiano basado en el censo del año 2011, la cifra es de 4.993 empleados y bajando. Lo mismo sucede con la rama comercial, que pasó en el año 2008 de representar el 45,1% de la actividad económica de la ciudad al 61,7% en los años 2014 y 2015.
  Por: William Serafino
T/Misión Verdad

Desempleo y pobreza impulsan al contrabando

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