Corrían los días de abril del año 2002, para Nerliny Caruci una reconocida periodista los hechos de ese año marcarían su futuro profesional y su visión del país.
Los hechos del 11, 12 y 13 de abril de 2002 nos sorprendieron a todos, hemos visto las reacciones desde distintos ángulos de todos los participantes de estos hechos. Pero qué tendría que contarnos una periodista que, si bien no estuvo en ninguno de los acontecimientos, estos hechos le marcaron su visión del país, y su futuro profesional.
Conversamos con Nerliny Caruci, periodista, especialista en la construcción de discursos y excelente analista, y esto nos pudo decir.
¿Cómo la marcaron los hechos del 11, 12 y 13 de abril, en su decisión profesional y su visión del país?
Abril del año 2002 marcó en mi vida una perspectiva crítica del periodismo y de los procesos que viven nuestros pueblos.
Ese mes empecé a descubrir cuán engañada había vivido: cómo las élites
te roban tu historia con la historiografía obligada que te comparten en
las escuelas; cómo las grandes corporaciones mediáticas terminan
desviando la atención de lo que es verdadera importante; cómo alguna
gente que se hace llamar periodista, con la mayor crudeza, transgrede la
ética comunicacional para crear realidades artificiales.
Yo recién había cruzado la línea de los 20 años, y estudiaba
Comunicación Social en la frontera colombo-venezolana: allá, lo que
recibimos del 11 de abril, de una larga fila de medios venezolanos y
extranjeros, fueron engaños y montajes. Primero, la manipulación: que
Chávez había mandado a matar a la gente en Puente Llaguno, que Chávez
había renunciado, que era el pueblo el que había sacado a Chávez.
Después, vino el silencio, dirigido a invisibilizar las manifestaciones
del pueblo revolucionario que exigía: “¡Devuélvannos a Chávez!”. Al
intencional silencio, lo acompañó un chaparrón de distracciones: nunca
olvidaré que mientras un grupo de francotiradores, pagado por líderes de
la oposición, disparaban contra la manifestación pacífica en Puente
Llaguno, varios canales de televisión nacionales pasaban comiquitas.
¡Cuánta miseria e irresponsabilidad! ¿La trampa? Poder preparar el
montaje y acusar de los homicidios al presidente Chávez.
Era el mismo libreto de otros golpes de Estado
perpetrados en América Latina, con el apoyo de los EE. UU. —eso lo
indagué en la historia, días más tarde—
.
Hace 13 años, entendí que muchas veces nos equivocamos: que hay vigas
que se esconden tras la fachada de la “opinión pública”, que la opinión
pública no siempre es igual a la opinión publicada.
Pero, en medio de tanta decepción, también aprendí que sí se puede
hacer un periodismo diferente, desobediente a los intereses hegemónicos:
en medio de la adulteración mediática definida por las convenientes
reglas del capital, puede emerger un periodismo comunitario,
alternativo, responsable. El 12 de abril, en Venezuela, se disparó la
radio bemba, el pueblo tomó la palabra e hizo que los grandes medios
perdieran el poder: perdieran credibilidad. Incluso, hubo medios
privados, como la radio Fe y Alegría, que se arriesgaron a decir la
noticia disonante: “Chávez está secuestrado”.
Mi decisión fue convertirme en una periodista
responsable y crítica, y no dejarme domesticar por intereses de
terceros. Por eso, me especialicé en Análisis del Discurso y en
Psicología Social.
Como periodistas, tenemos el compromiso ético de saber por qué
algunos actúan de una manera, y por qué otros lo hacen distinto; con qué
intereses estamos comprometidos, en la universidad y en el ejercicio
cotidiano; qué tanto reconocemos las aristas hirientes de nuestra
historia.
Estoy convencida de que el periodismo debe reivindicar la dignidad de los pueblos,
sin satanizar ninguna de las voces. Tenemos la responsabilidad de
cuestionar y cuestionarnos; de problematizar no solo las cosas que se
dicen, sino también aquellas que nunca se dicen. Por encima de todo,
nuestro compromiso debe ser con la patria.
Una parte importante del esfuerzo debe estar orientado a hacer una
revolución comunicacional que alimente una revolución cultural. Ese
aprendizaje me ha llevado a no temerle a la crítica o la autocrítica, y
eso se refleja en mis creaciones periodísticas y académicas. En mi
opinión, tenemos mucho camino por recorrer para configurar prácticas
comunicacionales emancipadoras en Venezuela.
El periodismo venezolano no ha querido entrar en los cauces de la ética de la dignidad.
Las irresponsabilidades no son exclusivas de un solo color. En la
mayoría de los medios privados, se mantiene viva la maquinaria de guerra
psicológica activada desde antes de 2002: la manipulación y el silencio
siguen en la agenda mediática de la derecha. Con respecto a los medios
del Estado, el propio Chávez alertaba, en su Golpe de Timón, sobre cuán
deficiente es el Sistema Nacional de Medios Públicos: medios públicos
sin público, vocerías que no tienen nada que decirle al país, censura de
la crítica, ausencia de investigación y creatividad. Es una espiral de
pobreza intelectual e irrespeto. Es urgente y necesario recuperar la
mística del periodismo, elevar los niveles de debate y pensamiento
crítico para avanzar a una sociedad más digna, más justa y más feliz.
¿Por qué cree que el pueblo jugó un papel tan fundamental en estos hechos, a diferencia de otros en nuestra historia?
Porque, había mayor conciencia política en los venezolanos. No
habían pasado 24 horas del golpe de Estado, y la gente chavista estaba
en la calle pidiendo que regresa el Presidente. En 2002, se hablaba que
Chávez tenía más de 70 % de respaldo popular. La gente que había votado
por Chávez se sintió irrespetada. Por eso, salió a la calle dispuesta a
todo. ¡Claro, la acción de los golpistas fue muy torpe!, absolutamente
dictatorial. Incluso, hubo gente de la oposición que decía: “Nosotros
queríamos que Chávez dejara de gobernar, pero esta no era la manera”. De
modo que, había un alto nivel de descontento y rechazo hacia los
golpistas.
Otro vector a considerar es que se trató de un golpe de grandes
empresarios, de generales y de obispos, que no tenía el apoyo de la base
de ninguno de esos grupos sociales. Era un Golpe perpetrado por fieles
representantes de la burguesía y algunas personas de la clase media que
querían recuperar privilegios económicos y el poder político. La
fotografía que la gente construía era: un grupo de ricos saca a los
pobres del poder. Porque, Chávez era eso: ¡un hombre de pueblo! Chávez
tenía una fuerte conexión emocional con la mayoría de los venezolanos.
¿Cuál es la diferencia? Que, en abril de 2002, el pueblo se movió por ese Chávez que era uno de ellos.
La gente se fue a la calle en solidaridad con el hombre, el Presidente,
que había convertido a los pobres en protagonistas. Era un Golpe contra
el pueblo: les habían secuestrado la esperanza, el sueño de Bolívar.
Para los pobres, perder a Chávez era perder la posibilidad de liberarse,
perder el sueño de realizar muchas aspiraciones, perder esa posibilidad
real de cambio social que empezó a tener rostro desde 1999. Chávez era
el futuro para los pobres y, también, la prueba de que sí se podía
construir una Venezuela distinta a la Venezuela explotada y maltratada
por los gobiernos adecos-copeyanos, durante 40 años. Si Chávez no volvía
significaba regresar a la Venezuela de las cúpulas podridas. El amor,
la esperanza y la conciencia fueron la fuerza de ese pueblo que devolvió
el hilo constitucional.
¿Cuál sería el escenario que usted imaginaría como periodista
de nuestro país si Carmona se hubiera quedado y Chávez nunca hubiera
regresado?
Para que ese escenario se hubiera dado, los golpistas tenían que
haber hecho las cosas de manera distinta. Pero, en el supuesto negado
que Chávez no hubiera regresado, se habría desarrollado una
escalada de violencia atroz: desapariciones, mortandad, violación masiva
a los derechos humanos por parte del Gobierno de facto;
también, se habría conformado un movimiento de guerrilleros de izquierda
y, seguramente, un escenario de guerra civil como en Colombia. En el
área de la comunicación, tendríamos un acuerdo de élites para que todos
los medios fomentaran la construcción de imaginarios según los intereses
de los golpistas. Así, cualquier medio disidente hubiera quedado fuera
de circulación, y ni hablar de los medios comunitarios.
N24
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