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jueves, 2 de abril de 2015

El miedo de todos

El miedo, esa perturbación angustiosa que muchas veces siente el ser humano por un riesgo o un daño real, es un arma muy poderosa que puede servir a cualquier objetivo. Hay miedos insuperables, como también situaciones para ciscarse de miedo. Pero existen otros miedos que se expanden y ponen en peligro a toda la comunidad porque la angustia se hace colectiva en la mayor indefensión, como cuando se corre el rumor de secuestros de niños, no en expresión coloquial, sino en intención perversa para crear conmoción social. Es miedo de todos. En estos días, por ejemplo, en el trajín del tema de la inseguridad, unas mentes criminales hicieron andar el rumor de secuestros de niños en el país. Por supuesto, fue para crear el miedo de todos, más allá de lo que se ha dicho en cuanto a la sociedad de riesgos objetivamente insegura.
Muchos estudiosos de la teoría social se preguntan qué hacer con las exigencias de seguridad porque, independientemente de la inseguridad como tal, propia de cualquier sociedad postindustrial, hay algo que se corresponde con una dimensión subjetiva de ese fenómeno social y que no se puede ocultar. Se trata de una sensación social de inseguridad, aquí o allá, omnipresente, cuya definición la hace el jurista español Jesús Silva Sánchez en los términos de la “inseguridad sentida”, o forma especialmente aguda de vivir el riesgo. Dice que los nuevos riesgos, tecnológicos o no, existen; pero asimismo lo es la propia diversidad y complejidad social con la sobreinformación y la falta de criterios para decidir lo que es bueno o lo que es malo, o en qué se puede confiar y en qué no, lo que constituye un germen de dudas, incertidumbres, ansiedad e inseguridad. Es decir: de miedo.
El papa Juan Pablo II dijo, en su encíclica Fides et Ratio, que el hombre vive cada vez más en el miedo. Se trata de la angustia de sufrir el mal en una sociedad acelerada y en medio de las nuevas tecnologías de la comunicación. Es el mundo de la “inseguridad sentida”. Pero en este país se viene acentuando con más énfasis una relación peligrosa del ejercicio de la política con la sensación social de inseguridad y el modo de proceder de algunos medios. Vemos con preocupación cómo se refuerza el miedo con la noticia engañosa. ¿Por qué hacer sufrir a toda una comunidad?

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