En la Navidad las casas, las calles, centros comerciales se llenan de color y luces para crear un ambiente diferente, que evoque paz, alegría, amor y reconciliación
Montar el arbolito y hacer el nacimiento son rituales que convocan a la familia. Convertir este momento del año en un espacio para compartir y agradecer le da un sentido particular a estas fechas.
En las redes sociales se cuelgan fotos de familias haciendo hallacas, cada quien asumiendo, de acuerdo a su edad y destrezas, una tarea específica, unos cortan y lavan las hojas, otros preparan el guiso, están los que extienden la masa, los que le colocan los adornos… Ese hacer entre todos ese pastel navideño crea un clima de acercamiento y compartir que se mantiene como tradición y legado.
Las navidades caen en diciembre, el último mes del año. Un momento que se presta para inventariar lo bueno y lo malo que nos pasó durante el año.
Puede ser que nos tocó perder o despedir a un ser querido, nos sorprendió el diagnóstico de una enfermedad, hubo un divorcio o separación. Con esos sentimientos nos toca vivir este momento en el que pareciera que solo con la alegría es posible celebrar la Navidad. Nos toca preguntarnos: ¿Qué tipo de alegría? Quizás es esa que se siente cuando honramos y agradecemos a quienes ya no están físicamente.
Es esa conexión la que hace que no nos sintamos solos en las adversidades. Ese descubrir nuestras fortalezas. El encontrar las luces internas cuando las externas parecen invisibles.
Preguntas oportunas en estas fechas son: ¿qué podemos hacer para mantener la esperanza?; ¿la violencia está solo fuera? ¿cómo hacemos para ser menos soberbios y reconocer la violencia en nosotros?
Elegimos parlamentarios. Muchos cumplimos con el compromiso de votar. Y eso lo celebramos. Hay muchas cosas pendientes para que nuestros niños puedan gozar de su derecho a la vida, la salud, la alimentación, a la educación y la recreación.
Ojalá que los parlamentarios electos logren entender y practicar el poder, no como un privilegio, sino como un servicio que no se quede solo en elaborar leyes, sino en controlar las ya existentes para exigir que se cumplan, para que las políticas públicas lleguen a todo el país, sin discriminaciones de ningún tipo.
Ojalá las intenciones de los parlamentarios se correspondan con los hechos, que la educación sea un derecho de todos. No solo garantizando la cantidad, sino también en la calidad. Queremos un país que nos permita sentirnos orgullosos porque la salud; la seguridad, el abastecimiento, cuente con mecanismos eficientes para que el bienestar lo disfrutemos todos.
Queremos legisladores que se ajusten al mandato constitucional, evitándose la arbitrariedad, discrecionalidad, abusos de poder, indolencia e indiferencia hacia lo que son las prioridades del país.
Se trata de darle contenido concreto al amor, la paz y la justicia para que la Buena Nueva, o sea la Buena Noticia llegue a nuestras vidas y lo podamos celebrar todos los días del año.
¡Feliz Navidad!
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