Hay situaciones de difícil explicación, una es ¿por qué el humano, la
humanidad, no puede revertir la conducta que está llevando su vida a la
extinción?
Ya todos aceptan como una realidad lo que Fidel advirtió
hace más de veinte años: "Una especie está en peligro de desaparecer, el
hombre". Pero, ¿por qué esa especie no puede corregir el rumbo de su
propia destrucción? Veamos.
Transitamos por el mundo como si todo marchara con normalidad, no vemos
la inminencia del desastre. Los días trascurren con monotonía: nacemos,
estudiamos, trabajamos, bebemos, comemos, luchamos para existir, nos
divertimos siguiendo el guión impuesto, vemos televisión por
suscripción, jugamos video, leemos muy poco, hablamos mucho de lo poco
que sabemos, nos llenamos la mente de fruslerías, buscamos empleo, no lo
conseguimos, nos despiden, caminamos las calles asustados y sin
dirección, nos martiriza un patrón mediocre, compramos una moto y un
carro, los aseguramos, vamos por la calle asustados por el despojo… Un
día, lo presentimos, nos enfermaremos, un accidente, y todo habrá
terminado. Pasamos por el mundo igual a los que nos precedieron, a los
que vendrán, somos una generación perdida, igual a las anteriores, a las
siguientes.
Los gobernantes pasan sus días con la misma monotonía y
aburrimiento, sólo se diferencian en la cantidad, hacen lo mismo, unos
más, otros menos. Al final todo sigue igual, ricos, pobres.
Nuestro
mundo se deteriora sin ser percibido por la mente corta, no hay sentido
de humanidad, de especie, “si yo estoy bien, todo está bien”. Mañana no
existe, cien años no existen, no se captan, un año es la medida de esta
especie, no puede ver más allá de los libros de contabilidad, del
presupuesto anual, del plan quinquenal, del período de gobierno, de los
exámenes finales. La vida se mide por un ejercicio económico.
La
política es una reincidencia, todo se repite, cambian los nombres pero
todo sigue igual. Las reglas de la existencia impuestas por la humanidad
nos dominan: quien se salga, quien asome en una esquinita con
desentono, saldrá expulsado del circuito vital, será un muerto, un
excluido, no existirá.
La mentira se hizo verdad, las palabras
perdieron sentido, el lenguaje no sirve a la comunicación para expresar
la realidad, al contrario, la nubla.
Somos islotes con su propio
lenguaje: lo que para unos significa algo para otros no dice nada. Nos
comunicamos con volutas de humo elementales, la especie olvidó el canto
del poeta, la luna perdió su magia, ya no nos vemos a los ojos.
El
humano ha construido su propio patíbulo y hacia allá camina. ¿Cómo
revertir el suicidio? ¿Qué hacer? ¿Habrá tiempo para aplacar a la
naturaleza que nos expulsa de sus dominios? ¿Podremos fugarnos de la
ergástula que somos? ¿Estamos condenados a no existir? ¿La poesía de
Neruda, de Jean Cabot, fue inútil? ¿La novena sinfonía fue en vano?
¿Desaparecerá? ¿Esto era todo?
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