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miércoles, 13 de marzo de 2013

VENEZUELA TODAVIA SIGUE SIENDO UNA OPCION PARA LOS DESPLAZADOS COLOMBIANOS

Luis Francisco Rolón y Teresa Diosa de Osorio viven en La Morada hace 10 años. Llegaron desplazados de Tibú, Norte de Santander.
Luis Francisco Rolón y Teresa Diosa de Osorio viven en La Morada hace 10 años. Llegaron desplazados de Tibú, Norte de Santander.

Mientras en La Habana, Cuba, un nutrido grupo de negociadores del gobierno y la guerrilla de las Farc intentan ponerse de acuerdo para poner fin al conflicto armado, y de otro lado el estado colombiano trata de devolverles las tierras a miles de campesinos que fueron desterrados, Venezuela, por su obvia ubicación, sigue siendo de los territorios que más familias desplazadas alberga.

En Ureña, la historia de Teresa Diosa y Luis Francisco parece calcada a la de miles de colombianos despojados de sus tierras.

Luis Francisco Rolón es un gramalotero curtido en los oficios del campo. Cuando cumplió 8 años sus padres se mudaron a Sardinata, donde se crío pero de donde no guarda muchos recuerdos.

Desde su juventud trabajó en la agricultura, oficio que lo llevó a mudarse a la región del caribe colombiano en donde labró la tierra de conocidos terratenientes y ganaderos de la época.

Queriendo regresar a su región se instaló en Tibú, Norte de Santander, en donde por azares del destino conoció a Teresa Diosa de Osorio, una fornida vallecaucana que se reúsa a borrar de su firma el apellido de su finado exesposo.

Hace 10 años viven en un rancho que construyeron en La Morada, Ureña; el único lugar que les devolvió la tranquilidad que les arrebató la guerrilla en el Catatumbo.

En Tibú dejaron dos casas, su ropa, sus enseres y una vida que habían planeado terminar juntos.

Recuerdan que para ese entonces, una de las tantas arremetidas guerrilleras los obligó a salir con lo que llevaban puesto y lo que alcanzaron a tomar con sus manos. “Ese día asesinaron más de 25 personas. Entraban casa por casa sacando la gente”, recuerda Luis Francisco.

Los primeros días se tuvieron que acomodar debajo de una tolda sostenida con troncos que otra familia les prestó. Hoy, sentados en el andén de su casa, recuerdan la época en Tibú, sus amigos y las correrías por Colombia trabajando en el campo. Conversan y saludan los vecinos.

En el sector que hoy se conoce como La Morada viven aproximadamente 345 familias en difícil situación económica, de las cuales cerca del 30 por ciento son colombianas.

Carmen Quesada es la vocera del Consejo Comunal del barrio y asegura que, aunque han recibido apoyo del gobierno municipal y regional, la lista de necesidades aún es larga.

La líder comunal recuerda que fue hasta el 2000, cuando el presidente Hugo Chávez en uno de sus discursos públicos ordenó invadir los terrenos desocupados, que en La Morada comenzaron a llegar familias desplazadas, colombianas y venezolanas.

“Estas eran tierras donde se cultivaba caña pero llevaban años sin ser utilizadas. Comenzamos a invadir aproximadamente 25 familias. Luego fueron llegando los demás”, cuenta Quesada.

Hoy en el barrio ya se ven entre los ranchos de tabla y zinc, viviendas en concreto bien cimentadas y otras a punto de acabar. Desde hace dos años, el Ministerio del Poder Popular para la Vivienda seleccionó 6 barrios de Ureña para cambiar los rústicos ranchos por casas en cemento.

Así, 30 familias cumplieron el sueño de tener una vivienda digna y la propiedad de la misma en sus manos. En la actualidad La Morada espera una respuesta positiva de la gobernación del Táchira, a la propuesta de seguir cambiando los ranchos por casas, pero esta vez en un trabajo mancomunado entre comunidad y gobierno.

Finalmente, la escuela La Morada, anexa a la Escuela Nacional Maestro Simón Rodríguez, es el símbolo más vivo del progreso que ha experimentado el barrio.

Ahora, la escuela está estrenando un aula de preescolar y un módulo de baños que fueron construidos por el Servicio Jesuita a Refugiados del Táchira, con recursos del Programa de Asistencia Financiera para Proyectos Comunitarios de la Embajada de Japón.

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