La
corriente migratoria venezolana, que lo es determinantemente de la
clase media, es de vieja data. Ya en la IV República, los hijos de los
gobernantes y funcionarios de nivel medio, incentivaban a sus hijos se
fuesen a vivir a EEUU, sobre todo a La Florida, mientras ellos desde
aquí enviaban los dólares adquiridos muy baratos. Era al mismo tiempo
una manera de ir tirando un puente para cuando llegase el momento de la
retirada. Hasta más barato mantenerlos allá que aquí. También una forma
de sacar del país jóvenes que podrían servirle a las clases dominante y
gobernante, ellos mismos, para construir una Venezuela diferente por
trasladar, mediante moneda gringa, adquirida a precios viles, la riqueza
material nacional al exterior. Eso sucedía, porque quienes manejaban el
país no creían en lo que hacían, a sabiendas que la estaban arruinando y
en futuro inmediato no quedarían sino migajas. Por todo eso, tampoco
querían que sus hijos se formasen en “esta tierra balurda y niche”.
Uno se asombraba y todavía se asombra, como “venezolanos”
quienes han hecho de EEUU su país de residencia, hablaban y hablan
contra Venezuela, le aplicaban los adjetivos más despectivos y
denigrantes al compararla con aquél país, obviando el detalle
significativo, que el nuestro era lo que sus padres y compañeros estaban
destruyendo. Hasta los mismos gobernantes y empresarios, quienes
solían, tanto como ahora hacen estos últimos, pasar sus frecuentes
vacaciones en el norte, al regreso no hacían sino hablar de la grandeza
de aquello y la ruindad de esto. Pasando por alto que esto era la obra
de ellos.
Todo aquello sucedía antes que aquel audaz y
genial zambo dijese “por ahora” y le ganase las elecciones limpia y
abrumadoramente a la derecha junta.
La nuestra era una
corriente distinta a la centroamericana y mexicana, porque éstas se
movían y se mueven hacia el norte, impulsados por la pobreza. Hay toda
una literatura que habla de eso; de los rigores y sinsabores de los
viajes, serpenteando caminos, trepando montañas, exponiéndose al peligro
de las fierras, viajando de polizontes en trenes de carga y, al final,
enfrentarse a la ferocidad represiva de la policía fronteriza gringa.
“Espaldas mojadas”, llamaban o llaman a esos migrantes que atravesaban a
nado “El Río Grande”, en el último tramo para pasar de México a
territorio gringo.
Al contrario de los nuestros, viajados
en primera en vuelos de gigantescos aviones, aquellos braceros humildes,
todavía, aunque cada vez se les hace más difícil, envían con
regularidad sus remesas de dólares a los familiares que quedaron atrás.
El venezolano que se “escapa” a Miami, por todos estos
tiempos, cuando nos visita no hace más que restregarnos en la cara lo
bien que allá se vive, “lo malo, insalubre, peligroso que se ha puesto
esta porquería y yo no me quedo aquí ni de vaina”. Tanto es así, que un
infinito número de venezolanos de clase media por cumplir los 18 años,
desea fervientemente su papi le tramite la licencia de conducir
vehículos y, a cualquier edad, sacar un pasaporte y obtener una visa
para entrar a EEUU. Vivir allá es una obsesión, aunque acá lo haga en
las mejores condiciones y al más alto nivel.
Todo el que de
allá viene, lo hace como el “Juan José que viene de la gran capital”,
aquella popular canción que, entre otros, cantó Alfredo Sadel,
“echándosela de gran señor”. Hasta metiendo embustes a granel, como
cantó la canción “El Norte es una quimera”, “si allá lavaba platos, aquí
decía que era platero.”
Aquella historia de oropel, de la
gran vida, Capriles para enternecer a sus extrañados seguidores, la
cambió por la de la canción de Luis Fragachán. Pues según el candidato
presidencial, aquella gente está afuera en contra de su voluntad, como
si el gobierno les hubiese echado y además, están “en el ladre o la
propia peladera”, tal como dice la canción “más limpios que fuete de
arrear pavos”.
Esperan que aquí algo pase; por eso Capriles
en su discurso, dijo que él no se iba a quedar esperando que esto se
caiga solo. ¡No! Él “va a hacer algo”. Porque se siente obligado a
ofrecerle a aquella gente varada en Miami, una salida para que puedan
tener una vida mejor. Su oferta se empata de manera simulada con la
procaz de Leopoldo López, quien se va por la calle del medio y, en unos
papeles que circulan por Caracas, ofrece la fuerza como alternativa,
cosa propia de los suyos.
¿Cómo es la vaina? La pregunta
incluye asombro por decir que allá los venezolanos están pasando
trabajo. ¿Por qué se fueron? ¿Por qué no se vienen? ¿Qué o quiénes se lo
impiden? ¿No habíamos quedado que a allá “la vida es más sabrosa”? ¿Por
qué Capriles y Leopoldo, no se deciden a hacer lo que les pide su
cuerpo?
Frente Comunicadores Sociales de Michelena 14-03-13
Uno se asombraba y todavía se asombra, como “venezolanos” quienes han hecho de EEUU su país de residencia, hablaban y hablan contra Venezuela, le aplicaban los adjetivos más despectivos y denigrantes al compararla con aquél país, obviando el detalle significativo, que el nuestro era lo que sus padres y compañeros estaban destruyendo. Hasta los mismos gobernantes y empresarios, quienes solían, tanto como ahora hacen estos últimos, pasar sus frecuentes vacaciones en el norte, al regreso no hacían sino hablar de la grandeza de aquello y la ruindad de esto. Pasando por alto que esto era la obra de ellos.
Todo aquello sucedía antes que aquel audaz y genial zambo dijese “por ahora” y le ganase las elecciones limpia y abrumadoramente a la derecha junta.
La nuestra era una corriente distinta a la centroamericana y mexicana, porque éstas se movían y se mueven hacia el norte, impulsados por la pobreza. Hay toda una literatura que habla de eso; de los rigores y sinsabores de los viajes, serpenteando caminos, trepando montañas, exponiéndose al peligro de las fierras, viajando de polizontes en trenes de carga y, al final, enfrentarse a la ferocidad represiva de la policía fronteriza gringa. “Espaldas mojadas”, llamaban o llaman a esos migrantes que atravesaban a nado “El Río Grande”, en el último tramo para pasar de México a territorio gringo.
Al contrario de los nuestros, viajados en primera en vuelos de gigantescos aviones, aquellos braceros humildes, todavía, aunque cada vez se les hace más difícil, envían con regularidad sus remesas de dólares a los familiares que quedaron atrás.
El venezolano que se “escapa” a Miami, por todos estos tiempos, cuando nos visita no hace más que restregarnos en la cara lo bien que allá se vive, “lo malo, insalubre, peligroso que se ha puesto esta porquería y yo no me quedo aquí ni de vaina”. Tanto es así, que un infinito número de venezolanos de clase media por cumplir los 18 años, desea fervientemente su papi le tramite la licencia de conducir vehículos y, a cualquier edad, sacar un pasaporte y obtener una visa para entrar a EEUU. Vivir allá es una obsesión, aunque acá lo haga en las mejores condiciones y al más alto nivel.
Todo el que de allá viene, lo hace como el “Juan José que viene de la gran capital”, aquella popular canción que, entre otros, cantó Alfredo Sadel, “echándosela de gran señor”. Hasta metiendo embustes a granel, como cantó la canción “El Norte es una quimera”, “si allá lavaba platos, aquí decía que era platero.”
Aquella historia de oropel, de la gran vida, Capriles para enternecer a sus extrañados seguidores, la cambió por la de la canción de Luis Fragachán. Pues según el candidato presidencial, aquella gente está afuera en contra de su voluntad, como si el gobierno les hubiese echado y además, están “en el ladre o la propia peladera”, tal como dice la canción “más limpios que fuete de arrear pavos”.
Esperan que aquí algo pase; por eso Capriles en su discurso, dijo que él no se iba a quedar esperando que esto se caiga solo. ¡No! Él “va a hacer algo”. Porque se siente obligado a ofrecerle a aquella gente varada en Miami, una salida para que puedan tener una vida mejor. Su oferta se empata de manera simulada con la procaz de Leopoldo López, quien se va por la calle del medio y, en unos papeles que circulan por Caracas, ofrece la fuerza como alternativa, cosa propia de los suyos.
¿Cómo es la vaina? La pregunta incluye asombro por decir que allá los venezolanos están pasando trabajo. ¿Por qué se fueron? ¿Por qué no se vienen? ¿Qué o quiénes se lo impiden? ¿No habíamos quedado que a allá “la vida es más sabrosa”? ¿Por qué Capriles y Leopoldo, no se deciden a hacer lo que les pide su cuerpo?
Frente Comunicadores Sociales de Michelena 14-03-13
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