La primera propuesta es un boicot contra el precio de
dos productos de la misma familia: plátano y cambur, entre los días 15 y
21 de agosto de este año. También se propone boicotear la compra de
tomate y pimentón entre los días 22 al 29 de agosto, la cebolla del 30
de agosto al 6 de septiembre y los ajos y el cebollín entre 7 y el 15 de
septiembre
En Venezuela, la guerra económica se traduce en el estado de ánimo de
los ciudadanos, que, al final, son el blanco de los disparos en este
conflicto. La falta de alimentos que padece la población tiene varias
interpretaciones y muchas más formas de reaccionar ante ella.
Así, el tema del descontrol en el alza de los precios de los
productos moviliza en Venezuela a un colectivo que pasando a la acción
se plantea boicotear la compra de algunos rubros para forzar la baja del
precio final.
Valiéndose de la penetración nacional en el uso de las redes, se
autoconvocan para ganar conciencias sobre el poder colectivo de los
ciudadanos a la hora de comprar determinados productos.
La periodista venezolana Indira Carpio Olivo, premio nacional de
periodismo digital 2016, dijo a RT que “no se trata de exigir al pueblo
hacer lo que ‘el poder’ no ha hecho, sino de asumir que el poder es del
pueblo. Asumirlo, no porque lo diga la Constitución, porque este
instrumento legal también dice que la alimentación es un derecho y vaya
usted a explicárselo al dueño del abasto a ver con qué le sale. No.
Asumirlo, porque la historia de los pueblos nos obliga a tomar las
riendas del asunto. Porque justo del caos debe nacer una nueva forma de
vida, la flor en el barro”.
La primera propuesta de esa toma de control ciudadanos es un boicot
contra el precio de dos productos de la misma familia: plátano y cambur
(banano), entre los días 15 y 21 de agosto del año en curso.
También se propone boicotear la compra de tomate y pimientos entre
los días 22 al 29 de agosto, la cebolla del 30 de agosto al 6 de
septiembre y los ajos y el cebollín entre 7 y el 15 de septiembre.
UNA LUCHA
Para el columnista Pedro Ibáñez, “el boicot es efectivo como forma de
lucha para generar una nueva relación de fuerza entre el opresor y el
oprimido, entre el consumidor y el especulador”.
En la teoría básica de esta forma de control social, agrega, se trata
de “una presión de los consumidores sobre las empresas o comercios,
dejando de adquirir sus productos mientras no modifiquen sus prácticas,
cuyo resultado genera la disminución de sus ingresos”.
EL GOBIERNO
Una vez calificada de guerra económica la situación de crisis en
Venezuela, el Gobierno de Nicolás Maduro ha repetido en varias ocasiones
que, además de las medidas tomadas a nivel gubernamental, la situación
debe tener una fuerte participación popular.
“Es en la calle donde tenemos que defender los logros y las
conquistas de la revolución bolivariana, tenemos que detener que avance
la derecha”, declaró el vicepresidente Aristóbulo Istúriz a la Radio
Nacional de Venezuela.
El Gobierno ha basado su estrategia contra la guerra económica en la
activación de los llamados motores económicos, los aumentos de sueldos y
salarios e incluso la distribución casa por casa de alimentos
subsidiados.
¡ES EL MOMENTO!
“Más que campaña puntual, estamos proponiendo una huelga de consumo. Y
en esta idea estamos sumando a las distintas iniciativas de boicot. Nos
proponemos articular y canalizar el poder de consumo que tenemos los
ciudadanos, hacerle entender a la colectividad que nosotros tenemos en
nuestra decisión una poderosa herramienta, pero eso pasa por lograr una
masividad en la participación”.
Eso dijo en entrevista con RT Oliver Rivas, vocero de la Red de
Defensores y Defensoras de la Seguridad y Soberanía Alimentaria
(Redssa), con presencia en todos los estados del país.
Rivas explicó que “en medio de la guerra económica se restringe la
oferta de productos para exacerbar la demanda. Así controlan nuestra
economía. Nuestra propuesta está pensada para asestar un golpe a los
que, especulando con los alimentos, aspiran ganar cifras astronómicas a
costas del salario de los trabajadores”.
En un país con una economía rentista, agrega Rivas, “más que incidir
de forma inmediata en la producción, nosotros compramos. La renta
petrolera ha dado para eso y más. Tenemos que hacer consciente nuestra
fuerte influencia en esa parte del ciclo económico. La tarea es
articular la demanda. Es una potencia que debemos explotar”.
VÍA DE ESCAPE
La movilización ciudadana, opina Oliver Rivas, debe servir además
como una válvula para desahogar la frustración acumulada en las
interminables filas que deban hacerse para adquirir productos diversos; y
además para combatir la impunidad de los comerciantes que, en muchos
casos, “muestran productos con precios marcados y los venden muy por
encima de su valor, y cuando alguien reclama te dicen: ‘Si no te gusta
te vas’”.
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