Generalmente la sociedad venezolana ha
sido calificada de consumista, de acuerdo a criterios profesionales de
sociólogos, economistas y políticos, entre otros. De hecho en los 14
años que estuvo al frente de la presidencia de la República, el
Comandante Eterno, Hugo Chávez llamó al pueblo a frenar esta conducta.
Hoy cuando Venezuela atraviesa una
situación económica difícil, producto de la guerra económica promovida
por la burguesía parasitaria, así como por la caída de los precios del
petróleo, el consumismo persiste.
La diferencia es que tales patrones han
cambiado, sobre todo en el tema alimentario como resultado
del acaparamiento y la especulación que practican empresarios y
comerciantes inescrupulosos.
El acaparamiento y la especulación han
modificado las exigencias culinarias del venezolano y la venezolana,
quienes ya no salen de compras por lo que quieren o necesitan, sino por
lo que encuentran al momento. Cuando adquieren sus insumos, producto de
la distorsión del mercado, hacen lo posible por llevar varias cantidades
de un mismo producto, restándole oportunidad a otros.
Yogurt por leche
Con la llegada de la Revolución
Bolivariana en 1998, liderada por Chávez, Venezuela triplicó la media
mundial en el consumo y producción per cápita de leche y carne propuesta
por la FAO, señaló en 2013 el entonces ministro del Poder Popular para
la Agricultura y Tierra, Iván Gil. Así lo publicó en agosto de ese año
el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información
(Minci).
Hoy, producto de la guerra económica, la
leche en su versión líquida o pulverizada -sobre todo esta última- no
se encuentra en los anaqueles. Se consiguen estos productos gracias a
jornadas de distribución de alimentos que realiza el Gobierno nacional
en el país, y también a través de los Comités Locales de Abastecimiento y
Producción (CLAP); mientras que una parte importante de la población
termina comprando el requerido producto a los bachaqueros quienes
inescrupulosamente la venden entre cinco mil y seis mil bolívares el
kilogramo.
Debido a esta situación y para poder
ingerir lácteos, hay quienes decidieron migrar a mezclas industriales de
bebidas en cuyos componentes hay leche, o consumir yogurt, cuya marca
-una de ellas- es Migurt, propiedad del dueño de la empresa Polar,
Lorenzo Mendoza.
¿Casualidad?
En noviembre del año 2013, el portal La
Tabla se refirió a este cambio del consumo. En un trabajo titulado:
“Nestle celebra en Venezuela y Antonio pasa hambre por falta de leche”,
se describen las adaptaciones alimentarias que tuvieron que hacer los
padres de un infante de 10 meses, entre ellas pasar de la leche materna a
las formulas como NAN hasta llegar a la leche completa.
En una parte de la crónica se puede leer
lo siguiente: “Ya hace una semana que la última bolsa de leche completa
se acabó. Antonio está sin leche. Para sustituir la leche Nestlé
Antonio debe usar yogurt tambien de Nestlé. Lo curioso es que el yogurt
sí se consigue pese a la supuesta escasez de leche, que es la materia
prima del yogurt (…) Nestlé prefiere producir yogurt porque su precio es
mayor y como toda empresa capitalista busca mas ganancias y no le
importa que Antonio y millones de niños venezolanos pasen hambre”.
Arepa de maíz, plátano, yuca
Desde la época precolombina, el maíz, se
convirtó en la principal base alimentaria para la población de aquellos
tiempos. Hasta muy avanzado el siglo XX los venezolanos y las
venezolanas hacían las tradicionales arepas con maíz pelado o pilado,
hasta que en la década de los 50 la industria mercantilizó su consumo.
Hoy debido a la guerra económica que
atraviesa el país, la harina de maíz industrializada al igual que la
leche no se encuentra en los anaqueles. Quienes la consiguen lo hacen a
través de los CLAP o de las jornadas de alimentación que realiza el
Gobierno Nacional; mientras que otra parte de la sociedad termina
comprando este producto a los bachaqueros a precios que alcanzan los dos
mil y tres mil bolívares (más de 100 veces su costo legal).
Quienes no están dispuestos a pagar esos
precios por este producto, han optado por regresar a la arepa de maíz
pilado o a hacer arepas de yuca y plátanos. No obstante, cada vez que la
población consigue una nueva forma de hacer frente a la guerra
económica, los empresarios inescrupulosos y los bachaqueros deciden
subir los precios de estos productos alternativos.
Es así como una masa de maíz pilado pasó de costar 300 bolívares a principio de año a Bs 800 y 900 en junio.
Lo mismo sucedió con la yuca y el
plátano con los que la población está elaborando arepa o comiéndolo de
diversas maneras para sustituir la harina precocida (carbohidrato). La
primera pasó de costar 300 bolívares a principios de año para ubicarse
en lo que va de julio alrededor de los 800 y mil bolívares; mientras que
el segundo pasó de tener un valor de 400 bolívares a inicio de este año
a conseguirse a mil bolívares el kilo en lo que va de julio.
De la arepa con harina precocida a la
arepa de maíz, de yuca o de plátano, muchas familias han pasado a la
mezcla de fororo o crema de arroz y avena por ejemplo, que por supuesto
tienen un costo más elevado, pero rinden más que los carbohidratos
naturales mencionados anteriormente. Esto genera que la empresa
fabricante de estos rubros, en su mayoría privada, vuelvan a tener el
monopolio, en esta oportunidad con productos que no están regulados.
En febrero de este año, el
vicepresidente para la Planificación, Ricardo Menéndez, explicó en
entrevista que concedió a diversos medios, entre ellos al extinto portal
Hoy Venezuela.info, que los sectores que promueven la guerra económica
-que ha incidido en los altos niveles de inflación– contra el pueblo han
tratado de mermar la capacidad de ingreso y consumo de las familias, lo
cual fue un logro del pueblo venezolano en 16 años de Revolución
Bolivariana.
“¿Cómo la han tratado de atacar (el
poder adquisitivo)?”, se preguntó para luego responder: “Encareciendo
los productos” y generando “problemas de abastecimiento” de ellos.
Ediciones costosas sustituyeron a las tradicionales
La pasta, o productos de higiene
personal y limpieza como el champú, el jabón en polvo, el papel
higiénico, tampoco se encuentran en los supermercados; sin embargo sí se
consiguen modalidades de estos productos con costos altos.
La pasta tradicional, por ejemplo, de un
kilo que tiene un valor de 480 bolívares no se consigue pero si se
encuentra su versión importada cuyo costo puede llegar a alcanzar los 2
mil 500 bolívares.
El jabón en polvo tampoco se ve en los
anaqueles, pero sí se encuentra su versión líquida cuyo precio es más
alto, pues, alcanza los mil 200 y mil 500 bolívares el litro. Igual
sucede con otros productos.
En abril de este año, distintos
dirigentes sindicales de transnacionales que hacen vida en el país,
entre los que se encuentran Colgate-Palmolive, Alimentos Polar, así como
Johnson y Johnson denunciaron cómo ha cambiado la producción de algunos
productos.
En ese sentido, Carlos Rodríguez, del
sindicato de Colgate-Palmolive, dijo que los rubros no se fabrican en
pequeñas presentaciones. Esto, según explicó, está generando menos
posibilidades de compras en la población. “Pasan de 140 mil
oportunidades de compra a 18 mil oportunidades. Es una estrategia para
atacar la economía venezolana y generar desabastecimiento”., reseñó el 5
de abril de este año el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en
su página web.
En definitiva, el patrón del consumo del
venezolano en materia alimentaria ha sufrido cambio como resultado de
la guerra económica. Hoy la población parece no comprar por marca
específica sino por lo que consigue y le es más económico. Y cuando un
producto le deja de resultar accesible, busca otra medida de
alimentación.
El nuevo problema, como quedó
demostrado, es que quienes comandan la arremetida, la emplean a fondo.
Incluyendo a las alternativas alimentarias.
Con el Mazo Dando
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