El consumo diario de alimentos del venezolano alcanzó
las 3.092 kilocalorías el año 2015, nivel que supera el mínimo de
seguridad alimentaria plena establecido por la FAO, el cual se ubica en
2.720 kilocalorías diarias por persona
En
febrero de este año, la Asamblea Nacional, cuya mayoría representa al
sector opositor del gobierno nacional, declaró la crisis humanitaria e
inexistencia de seguridad alimentaria para la población venezolana.
Entre los considerandos se lee: “Que resulta inocultable, tratándose
de un hecho público, notorio comunicacional, la ausencia de
disponibilidad suficiente y estable de productos alimenticios,
además de las serias dificultades de acceso oportuno y permanente a
estos por parte de los venezolanos”.
No hay duda de la dificultad que ha significado para el pueblo
venezolano acceder a los alimentos, especialmente desde inicios de 2013.
Largas colas deben hacerse a las puertas de los establecimientos para
lograr adquirir algunos de los alimentos de la canasta básica. Al
tiempo, y debido a que los alimentos no se encuentran en los anaqueles,
ha proliferado un mercado paralelo e ilegal en el cual éstos están
disponibles pero a precios muy elevados.
No obstante lo anterior, la disponibilidad de alimentos, definida
como la cantidad producida y/o importada, no ha disminuido en
proporciones equiparables con las manifestaciones de desabastecimiento.
Las grandes empresas privadas responsables del abastecimiento no han
reportado disminuciones significativas en sus niveles de producción,
tampoco han manifestado haber cerrado sus plantas. En consecuencia, las
dificultades de acceso oportuno y permanente a los alimentos, tal como
se recoge en la declaración de los diputados no necesariamente se debe a
la disminución de la disponibilidad. El problema se centra en el hecho
de que estos alimentos que han sido producidos, importados y por tanto
disponibles, no se encuentran de manera regular, oportuna, permanente y
suficiente en los anaqueles, dificultándole al pueblo su acceso.
Una vez superadas las dificultades y luego de haber padecido largas
colas o de haber pagado un sobreprecio en los mercados paralelos, o
después de haber sido beneficiado de los programas sociales
implementados por el Gobierno Nacional orientados a garantizar el acceso
a los alimentos, el pueblo venezolano ha logrado consumirlos. Sin duda,
lograr adquirirlos ha sido una gran calamidad por la cual atraviesa el
pueblo venezolano, pero distante de una situación de inexistencia de
seguridad alimentaria, de hambruna o de crisis humanitaria.
El consumo diario de alimentos del venezolano alcanzó las 3.092
kilocalorías el año 2015, nivel que supera el mínimo de seguridad
alimentaria plena establecido por la FAO, el cual se ubica en 2.720
kilocalorías diarias por persona (Ver gráfico). Desde 1999 el consumo de
kilocalorías diarias ha registrado un franco incremento, a excepción
del 2002, año en el que sectores que hacían oposición al Gobierno
adelantaron acciones de sabotaje a la empresa Petróleos de Venezuela, la
principal del país. Si bien los niveles de consumo en kilocalorías no
se ubican en los mismos niveles que en 2011 (año con mayor registro de
consumo alcanzando las 3.221 kilocalorías), éstos siguen siendo
superiores a las 3.000 kilocalorías diarias, lo que tampoco se
corresponde con las manifestaciones de desabastecimiento y las largas
colas.
Venezuela es el segundo país con mayor disponibilidad de calorías
para el consumo en América Latina. Con estos niveles de consumo diario,
resultará cuesta arriba convencer a la comunidad internacional de la
situación de hambruna en Venezuela.
¿A
qué se deben las serias dificultades para que el pueblo venezolano
acceda oportuna y permanentemente a los alimentos, si éstos han sido
producidos, importados y por tanto están disponibles en cantidades
suficientes permitiendo alcanzar los niveles de consumo mostrados?
¿Sobre quiénes recae la responsabilidad de que el pueblo deba padecer
tales agravios?
Tanto la producción como la distribución de los 10 alimentos más
difíciles de adquirir, por los cuales hay que hacer largas colas (harina
de maíz precocida, arroz, pastas alimenticias, leche, aceite,
margarina, café, carne de pollo, carne de res y huevos de gallina) están
concentradas en no más de 10 grandes empresas privadas.
A manera de ejemplo, el alimento que más consume el venezolano es la
harina de maíz precocida, forma parte de sus desayunos y cenas y es
utilizada para la preparación de las arepas y bollos. Esta harina ocupa
el primer lugar de la lista de alimentos más consumidos, representando
el 11,4% del consumo total de alimentos diarios. En promedio, el
venezolano consume 115,7 gramos diarios de esta harina. Se requieren
alrededor de 97.000 toneladas mensuales para abastecer al pueblo
venezolano. La capacidad instalada de producción nacional de harina de
maíz precocida es 125.450 ton/mes, de las cuales el 81% está concentrada
en ocho (8) empresas privadas. De éstas, solo una cuenta con el 62% de
la producción de harina.
Estas 10 grandes empresas privadas, sobre las cuales recae la
responsabilidad de abastecer de alimentos al pueblo venezolano no han
disminuido sus niveles de producción, no han cerrado las líneas. Por el
contrario, en sus reportes se registran incluso aumentos de producción.
Siguiendo con el ejemplo, la producción de harina de maíz precocida de
una de las empresas con mayor capacidad instalada, pasó de 43.159
ton/mes promedio en 2014 a 49.600 ton/mes en 2015.
Representantes de la industria de alimentos insisten en que la causa
de la escasez es la disminución de la producción atribuida a dos
aspectos: a la política de regulación de precios de los alimentos, que
“no le garantiza ganancias adecuadas” y a la no asignación inmediata y
suficiente de divisas por parte del Estado a estos empresarios. El hecho
de que los alimentos hayan sido consumidos (luego de superadas las
dificultades para el acceso por parte del pueblo venezolano) da muestras
de que la producción y/o importación no han disminuido de manera
significativa, y por tanto, la política de control de precios y la falta
de divisas no están incidiendo sobre los niveles de disponibilidad.
Comparaciones históricas entre los niveles de disponibilidad y de
precios regulados evidencian que si bien, para algunos alimentos y en
algunos períodos, ha habido un rezago de los precios, esta situación no
ha afectado la disponibilidad. Incluso desregulaciones de los precios de
algunos alimentos no han garantizado que éstos se encuentren de manera
oportuna, permanente y suficiente en los anaqueles. Tal es el caso de la
margarina, los granos, la salsa de tomate y la mayonesa, todos muy
consumidos por los venezolanos, cuyos precios no están regulados y sin
embargo, su acceso se ha hecho difícil. O por ejemplo, alimentos cuyos
precios han sido recientemente revisados y actualizados, como es el
caso de los huevos de gallina, el café y el arroz, y sin embargo,
tampoco se encuentran en los anaqueles.
El Gobierno Nacional ha estado asignando divisas para importar la
materia prima y los insumos necesarios para la producción, o para
adquirir en el exterior los alimentos terminados. Al comparar los
niveles de importación del 2004 (año en el que no se registraba
desabastecimiento de alimentos) con 2014, se observa que en el primero
ascendieron a US$ 824.880.750,00 y en 2014 las importaciones sumaron US$
2.281.712.109,97. La cantidad de divisas que el Gobierno Nacional
asignó para la importación de alimentos o sus insumos incrementó 177%
durante el mencionado período. A partir del 2015 los ingresos de divisas
del país han registrado una disminución consecuencia de la caída de los
precios del petróleo, no obstante, eventuales disminuciones en la
asignación de divisas no se corresponden con los niveles de consumo y
por tanto de disponibilidad de alimentos durante el referido año.
Siguiendo con el mismo ejemplo, la mayor productora privada de harina de
maíz precocida en Venezuela recibió en promedio, solo en 2014, 367%
adicionales de divisas con respecto a los años anteriores.
Las serias dificultades que el pueblo venezolano está enfrentando
para acceder a los alimentos no son causa de la disminución de la
disponibilidad. Las dificultades se presentan en el proceso de
distribución y suministro, en el hecho de que los bienes producidos en
cantidades suficientes no se encuentran oportuna y permanentemente en
los anaqueles de los establecimientos expendedores de alimentos,
generándose de esta manera una percepción de “escasez” que origina
largas colas y la proliferación de mercados ilegales en los que se
transan estos alimentos a precios muy elevados. La pregunta que surge es
en manos de quién están estos alimentos? ¿De quién depende su
distribución y suministro?
En el Arte de la Guerra” de Sun Tzu se lee que “La regla general de
las operaciones militares es desproveer de alimentos al enemigo todo lo
que se pueda”. Es que acaso está el pueblo venezolano siendo sometido a
una guerra?
En las guerras militares, convencionales, a quien se busca privar de
alimentos es a los ejércitos, a las tropas, no a los civiles, acción que
por inhumana igualmente rechazamos, tanto la privación de los alimentos
como la guerra misma. Pero en este caso es al pueblo venezolano todo,
sin distinción (aunque el de menos recursos siempre es el más afectado) a
quien se le está tratando de privar de los alimentos, haciéndole cada
vez más difícil su acceso. Será que se trata de un gran chantaje para
acceder al poder político de parte de algunos sectores? ¿Será que
apuestan al desgaste, desesperación, desesperanza, angustia e
incertidumbre del pueblo venezolano? ¿O es que acaso ven en el pueblo
venezolano un gran ejército? Necesario es identificar quiénes son los
que comandan estas acciones que consideran al pueblo venezolano un
enemigo, capaces de intentar desproveerlo, sin piedad alguna, de los
alimentos.
Vale la pena recordar uno de los pasajes de El Príncipe de Nicola
Machiavelo: “… un príncipe jamás podrá dominar a un pueblo cuando lo
tenga por enemigo, porque son muchos los que lo forman; a los nobles,
como se trata de pocos, le será fácil”.
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