A las nueve de la mañana, el tráfico entre San Antonio (oeste de Venezuela) y la vecina Cúcuta (Colombia) fluye con normalidad, pero salta a la vista un grupo que aprovecha la gigantesca diferencia del precio de la gasolina y no se amedrenta con la instalación de un chip para controlar el contrabando.
“Yo la vendo muy barata”, dice a la AFP -bajo anonimato- un joven apostado a un lado de la carretera hacia Cúcuta con una montañita de ‘pimpinas’ (bidones), antes de aspirar el extremo de una manguera colocada en el tanque de un taxi venezolano para que la gasolina corra hasta uno de estos embases de 20 litros.
En Venezuela, la gasolina subsidiada es la más barata del mundo: la que cargan los vehículos cuesta US$ 0,02 por litro ($9,6 pesos chilenos), mientras que en Colombia su precio es de US$ 1,25 ($605, unas 62 veces más cara).
El negocio es redondo para los contrabandistas, y más si se hace varias veces al día: un vehículo llena un tanque de 40 litros por poco más de medio dólar en Venezuela, cruza la frontera, vende el líquido a un ‘pimpinero’ por unos diez dólares, y éste lo revende en el mercado negro colombiano a unos veinte, la mitad de lo que cuesta llenar el tanque en el mercado oficial.
“En Colombia ya para los viejos no hay trabajo, en ninguna empresa lo reciben, entonces qué más puede hacer uno”, explica otro ‘pimpinero’, de unos 60 años en la misma carretera. Si el día es bueno, dice, puede ganarse unos 100.000 pesos (algo más de US$ 50).
A pocos metros, las fuerzas de seguridad colombianas hacen la vista gorda. Las autoridades del Estado Norte de Santander, conscientes de que el pequeño contrabando de gasolina en esta zona con un 18% de desempleo es el modo de subsistencia de miles de familias desde hace décadas, están optando por alentar a los ‘pimpineros’ a “trabajar en sectores legales” más que a combatirlos por la fuerza, según explicó a periodistas Cristian Buitrago, gobernador interino.
FUENTE: www.lacomunidadpetrolera.com
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