El ron producido en Venezuela pero
marginado durante décadas por los consumidores le está ganando terreno
al omnipresente whisky importado, símbolo de estatus y del derroche
petrolero, pero cuyo precio se ha vuelto inalcanzable para muchos
bolsillos ante la escasez de divisas y la inflación.
Según
datos de la consultora International Wine and Spirit Research (IWSR),
con sede en Londres, las ventas del destilado de caña de azúcar en el
país caribeño crecieron un 22,6% en 2013 en relación al año anterior,
mientras que la ventas de whisky cayeron un 29%.
Por otro
lado, la producción de ron saltó de 15,8 millones de litros en 2012 a
21,8 millones de litros en 2013, según el ente de administración
aduanera y tributaria local.
“El
descenso de las ventas de whisky es por la escasez de divisas para
importar. No hay dólares para traerlo y entonces tienen que traerlo a
dólar libre -casi 15 veces más caro- y el precio ha subido mucho”,
explica a AFP el crítico gastronómico Miro Popic. “Eso, sumado al hecho
de que la destilación de ron ha mejorado mucho en los últimos años, ha
hecho que mucha gente opte por el ron, más barato”, agrega Popic, editor
de la ‘Guía Gastronómica de Caracas’.
En los
estantes de una licorería del este de Caracas, las botellas de los
importados Old Parr, Buchanan’s, Chivas Regal o Johnnie Walker, que
hacen de Venezuela el segundo mayor consumidor per cápita de whisky del
continente después del Uruguay, compiten con rones nacionales como
Pampero, Santa Teresa, Cacique o Ocumare.
En el
contexto actual de alta inflación, escasez de divisas subsidiadas y
caída de las importaciones en este país petrolero que depende en gran
parte de las compras en el exterior, el precio de un buen whisky duplica
o triplica el de un buen ron, algo que hace decidir a muchos. “Muchas
personas han migrado a vodka o a cerveza, pero el ron ha sido el más
fuerte”, explica el gerente de la licorería, Fernando Barreto.
Whisky, ron, petróleo
Tanto
permeó en la cultura venezolana, que es frecuente ver en los
restaurantes a gente comiendo una parrilla de carne acompañada con una
botella de whisky en la mesa, un hábito único en el mundo. Y se dice que
los venezolanos son fácilmente reconocibles por la forma como remueven
el hielo en un vaso de whisky con el dedo índice.
Por su
parte el ron, producido en Venezuela desde la época colonial pero
tradicionalmente percibido como bebida de calidad inferior, tiene un
destino también marcado por el petróleo: cuando caían los ingresos por
crudo, la moneda local se debilitaba, los productos importados se
encarecían y el destilado de caña de azúcar progresaba entre los
consumidores. Cuando regresaba la bonanza, el whisky volvía a inundar el
mercado y el ron retrocedía.
Sin
embargo, esta vez es distinto: inspiradas en el café de Colombia y el
tequila de México, las grandes roneras del país, algunas de ellas
centenarias, crearon en 2003 la denominación de origen controlada ‘Rones
de Venezuela’, que entre otras normas de calidad exige un mínimo de dos
años de añejamiento en barricas de roble antes de ser procesado.
El
resultado fue la salida al mercado de botellas ‘premium’ y
‘ultrapremium’, algunas de ellas reconocidas en concursos
internacionales, que conquistaron refinados paladares dentro y fuera de
Venezuela.
“Tener
este ciclo a favor es una oportunidad que en ocasiones anteriores no
aprovechamos. Se convirtió en una guerra de precios a ver quién tenía
mayor participación a nivel local y no se construyó valor para exportar
más”, explica a AFP Alberto Vollmer, presidente de Ron Santa Teresa.
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