Foto referencia: La oposición en vez de buscar soluciones a los problemas mas bien les gusta ser parte de ello |
En dos notas, pretendidamente reportajes, se recoge el
"malestar" que provocó la noticia de la prohibición de artículos médicos
y productos de la cesta básica en el comercio informal. La primera de ellas es del aragüeño El Siglo, la segunda de la edición carabobeña de Noticias24.
La primera, la de El Siglo, se trata de una de
esas notas de prensa que hacen que al lado de ellas la posología de un
producto farmacéutico sea más emocionante de leer, que el estilo de un
informe sobre el robo de una Encava abandonada en un estacionamiento se
vea vibrante, que la nota sugiera con tanto descaro que fue escrita en
la redacción antes de salir a sellar los caballos de las cinco y que lo
que trajo "el equipo reporteril" (lo dice la nota) sea la más pura
elaboración de paila mondonguera a partir de un par de preguntas
inducidas.
Cuenta la nota, firmada por Gabriela Lugo, que ahí se
recogen las declaraciones de unas buhoneras que trabajan alrededor del
terminal de Maracay, "ya que es ampliamente conocido que en este lugar
se evidencia gran cantidad de puestos improvisados donde se
comercializan estos productos", dice, en su arrebatado y apasionante
estilo informe de fiscalía.
La crítica es full equipo: de una loa a la actividad
económica que les ha dado sustento a las hablantes, que un día antes
eran enemigos número uno de la "ciudadanía", según el mismo diario,
deviene en megáfono del paquete matriz y cierra con una crítica
político-económica inesperadísima: "Por último enfatizó que en vez de
una medida como ésta para atacar el desabastecimiento y la escasez es
necesario que el Gobierno impulse la producción nacional y elimine los
controles de precios". Vale la pena echarle un ojo.
El primer dato, la construcción de esa razón en particular que produce el malestar; dos, la mediación de la periodista apurada.
Luego está la de Noticias24, más "de inmersión",
en la que se reproducen declaraciones del tipo: "El Presidente debería
estar pendiente de garantizar el abastecimiento de productos en el país.
Quienes no tienen tiempo de hacer colas lo consiguen en la calle,
nosotros no robamos a la gente y tampoco estamos obligando a nadie a
comprar los productos", en voz de otra comerciante informal "que no
quiso identificarse", mientras que todas las demás declaraciones tienen
nombre y apellido, esta vez desde Valencia.
Se interroga para al mismo tiempo venderse como la última
solución: "Si es cierto que el Gobierno nacional garantiza el
abastecimiento de los productos, ¿por qué no se consigue nada?", ponen a
una de las declarantes a preguntarse. Y parte de la respuesta se
encuentra detrás de ella, sólo que la mercancía entre tantos atributos
que posee no tiene la cualidad de cuestionar al propietario revendedor.
"Yo compro los productos a
otras personas y le coloco mi precio. El café, por ejemplo, me lo
venden en Bs 15 y yo lo ofrezco en Bs 25; la harina de maíz la vendo a
30 o 35 Bs", dice otra de ellas, pero nadie –nadie, en serio– termina de revelar la pregunta esencial: ¿A quién se lo compra a 15?
La fórmula: invisibilizar esa "cadena comercial" que va
subiendo, e interrogar a proveedores y autoridades (en el sector
privado, en primer lugar) sobre el control de lo que en su empresa
circula hasta las manos de comerciantes informales. Al quitar a los
responsables cierran el fenómeno como en un pueblo contra pueblo donde
agentes del godarraje no se hacen evidentes (aunque lo estén).
El dato ineludible: la oportuna creencia de algunos de que
en la venta de estas cosas realizan un trabajo de microempresarios
responsables que colocan un producto en el mercado con un precio mayor
(no importa cuánto) y que eso no genere responsabilidades dentro de ese
mecanismo de circulación de bienes y mercancías (contrabando, depósitos
donde se retengan productos) dentro de esa relación con la sociedad y
con el momento político.
O en buen cristiano, ser
lo suficientemente coñoemadre para vender productos de primera necesidad
precisamente en el momento en que todo apunta a su "ausencia en los
anaqueles" y creer que eso es de pinga o, peor aún, tener claro del daño
que hace pero no tiene por qué importarle porque esa persona le está
sacando provecho a ese sistema.
Conclusión: los medios siguen mintiendo, legitiman
provisionalmente una situación a la que en otras circunstancias estarían
completamente opuestos sobre una verdad que ellos se encargan de
deformar y magnificar, dándole un sentido bastante interesado, pero que
existe. No hay santos en esta historia.
No hay comentarios :
Publicar un comentario