Se nos ocurre comenzar este delicado y
árido tema, en navidad y señalando que, en el presente contexto, el
opuesto de pobreza no necesariamente es riqueza; lo creemos así, porque
la pobreza que está combatiendo la revolución es la causada por una mala
distribución de las riquezas de los venezolanos, y lo que se busca es,
que cada quien tenga la manera de vivir bien y no de acumular riqueza.
Probablemente se pueda entender mejor lo que queremos decir, si
analizamos lo que nos quiso decir Andrés Eloy Blanco en su COLOQUIO BAJO
LA PALMA : “Lo que hay que ser es mejor y no decir que se es bueno/ Lo
que hay que hacer es amar lo libre en el ser humano/ Lo que hay que
hacer es saber alumbrarse ojos y manos y corazón y cabeza, y después ir
alumbrando / LO QUE HAY QUE HACER ES DAR MÁS, SIN DECIR LO QUE SE HA
DADO / LO HAY QUE DAR ES UN MODO DE NO TENER DEMASIADO, Y UN MODO DE QUE
OTROS TENGAN, SU MODO DE TENER ALGO…”. El INE mide la pobreza, bien con
base al ingreso por hogar o con base a las Necesidades Básicas
Insatisfechas (NBI), también por hogar, y considerando un total de cinco
(5) necesidades. Sería interesante preguntarse ¿Si la falta de recursos
financieros es la causa de la pobreza extrema en sectores rurales donde
hay disponibilidad de suelo, agua y mano de obra familiar para producir
los alimentos? Probablemente, la causa es cultural.
Quienes nacimos y nos criamos en los
campos de Barlovento; quienes aprendimos con nuestros padres a sembrar
caraota negra en las vegas del rio Tuy; en nuestro caso particular,
estuvimos relacionadas con la vida en el medio rural hasta la década de
los 60, y podemos dar fe que los ingresos monetarios de una familia de
9+1 miembros eran bajos. Sin embargo, en la casa siempre había comida!
No recuerdo que en el campo, alguna vez nos hayamos acostado sin comer,
pero en el pueblo sí. En el campo, jamás faltaba la caraota y el frijol,
ni el maíz para las arepas y para las gallinas. Siempre abundaron las
gallinas; y por ende huevos y pollos de todo tamaño para el consumo
familiar y para vender. Se criaba cochino a pastoreo comiendo jobo,
mango, almendrón u otros frutos según la época. Adicionalmente, se le
ofrecía un complemento alimenticio de topocho, cambur injerto o cambur
morado sancochado durante la noche en lata mantequera (a leña por
supuesto). Sin embargo, poco se consumía algún cochino criado por la
familia, porque el producto de las ventas en noviembre y diciembre de
cada año era para los estrenos.
Como si todo lo anterior fuera poco, el
rio Tuy que cuando eso no estaba tan contaminado, tenía una abundante
pesca, por lo que nunca faltaba un anzuelo volantón en el rio esperando
desde un bagre liso hasta un tremendo bagre blanco, pasando por un bagre
“mocungo”. Para completar el banquete de carne blanca, mi abuelo
materno era ducho en tejer nasas y bungos, que son unas jaulas para
cazar peces, que se hacen con varillas planas de caña brava tejidas con
un bejuco que en Barlovento lo llamamos “piragua”. Todo esto lo aprendió
mi abuelo de nuestros ancestros africanos. Para ñapa, mi padre era
cazador, más no depredador, así que proteína animal nunca faltaba en
casa. Olvidaba mencionar que en nuestra casa se producían todas las
verduras (ocumo, ñame, yuca y auyama, principalmente) y aliños (ají,
cebollín, cilantro de monte, orégano menudito y orejón) que crecen en
Barlovento. Nuestra madre que era muy apasionada por la agricultura y
por todo lo que hacía, llegó al extremo de sembrar arroz en un gran
préstamo, de donde extrajeron el material que se usó en la construcción
de un terraplén transversal a la carretera nacional, para evitar que el
Tuy se desbordara hacia lo que hoy es nuestro municipio Andrés Bello.
Ojalá nadie esté pensando que éramos una
familia adinerada dueña de hacienda de cacao. No, éramos la familia del
mayordomo (encargado) de haciendas de cacao, primero de particulares y
del Estado, después de la Reforma Agraria. El objetivo de esta Reflexión
es decirles a los lectores, que creemos en la agricultura familiar,
porque la conocemos, la hemos practicado y sabemos que funciona, en cada
sitio rural o semi- rural con sus propias especificidades. Hemos
perdido muy buenas costumbres que se está tratando de rescatar. No
importa que los muslos de los pollos brasileros sean grandotes; los
criollos son flaquitos, gustositos y sanitos. Por las finanzas y la
salud, bien vale la pena “conuquear” donde se pueda. De paso, es una
actividad anti stress! Finalmente, aunque parezca mentira, la
agricultura familiar, tributa a nuestra Soberanía Agroalimentaria y al
Plan de la Patria ¡Chávez vivirá en nuestros corazones por siempre!
Guanare, 25 de diciembre de 2013.
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