Sin ingresos del petróleo, sin seguridad, sin agua, sin electricidad…
Bienvenidos a la nueva Libia, un país “liberado” por la OTAN que
ahora se encuentra sin los ingresos del petróleo que podrían hacerle
rico, sin seguridad ni estabilidad y con unos niveles sin precedentes de
asesinatos y de corrupción.
El viernes pasado [13 de septiembre de 2013] la revista ‘The
Economist’ publicó un informe acerca de la implosión de Libia. Me
llamaron la atención las fotografías que lo ilustraban, particularmente
una de una pintada en una pared del paseo marítimo de la capital,
Trípoli: “El único camino al cielo es el camino al aeropuerto”, decía.
Esta pintada es indicativa de la difícil situación en la que se
encuentra Libia actualmente tras la “liberación” por parte de los
bombarderos de la OTAN por aire y de la revolución por tierra que
derrocaron a Muammar al-Gaddafi.
Recientemente me he entrevistado con muchas personas que visitan
Londres procedentes de Libia y cuentan unas historias que son difíciles
de creer.
La capital Trípoli estuvo una semana entera sin agua o electricidad.
Las milicias armadas dominan las calles y gobiernan en ellas en
ausencia de un gobierno viable, de una institución de seguridad nacional
y de servicios municipales básicos.
Onoud Zanoussi, la hija de 18 años de Abdullah Zanoussi, ex jefe de
la seguridad de Gaddafi, fue secuestrada al salir de la cárcel donde
había estado siete meses acusada de haber entrado ilegalmente en el
país. ¡Fue secuestrada frente a la puerta de la cárcel y el secuestrador
era uno de los guardas de la cárcel!
Hace dos años la comunidad de los negocios británica y francesa se
afiló los dientes y se frotó las manos regocijada pensado en su
participación en la reconstrucción de Libia. Ahora no hay ni un solo
hombre de negocios en Trípoli, todos ellos corrieron a ponerse a salvo
tras el asesinato del embajador estadounidense y los ataques a varias
embajadas y consulados extranjeros.
Durante los bombardeos de la OTAN las noticias sobre Libia
dominaban las portadas y eran la primera noticia de los telediarios de
todas las televisiones occidentales y árabes. Había una cobertura de 24
horas del milagro de la liberación libia y de la gran victoria lograda
por la OTAN y los “revolucionarios”. Ahora es muy raro encontrar en
Libia a un periodista occidental y todavía más raro leer un reportaje
decente acerca de Libia y de lo que está ocurriendo ahí.
El petróleo era el principal objetivo y la verdadera razón de la
intervención de la OTAN, pero se ha detenido la producción de petróleo
debido a una huelga de los guardias de seguridad de los campos de
petróleo y de las terminales de exportación. La razón aparente de la
huelga es la exigencia de un aumento de sueldo, pero existe otro motivo
igual de poderoso: protestan por la reivindicación de varios movimientos
separatistas que piden el autogobierno para la rica en petróleo región
de Barca (Cirenaica) con su capital en Bengazi. La mayoría de las
reservas de petroleo de Libia están situadas ahí.
Más que el gobierno local o nacional, es una milicia la que
controla la mayoría de los campos de petróleo y la terminal de
exportación. Ha empezado a vender enormes cantidades de petróleo en el
mercado negro y está tratando de expandir estas actividades, lo que ha
llevado al primer ministro libio Ali Zidan a amenazar con bombardear
cualquier [camión] tanque de petróleo que vaya a cualquier lugar cerca
de estos emplazamientos.
La ironía es que ahora está ocurriendo lo mismo en el este de Siria
donde las milicias y las tribus locales controlan los campos de
petróleo de Deir Al-Zour, refinan ellos mismos el petróleo a mano y lo
venden ilegalmente. Lo mismo sigue ocurriendo en el sur de Iraq.
Iraq y Libia, por supuesto, se han “beneficiado” de la intervención
occidental y Francia y Gran Bretaña han repetido orgullosamente lo que
la madre de Occidente, Estados Unidos, solía decir acerca de Iraq. Lo
han repetido primero en Libia y ahora en Siria: la intervención
conferirá una enorme sofisticación al país concernido, el cual se
convertirá inmediatamente en un modelo de prosperidad y de estabilidad, y
abrirá el camino a otros países árabes gobernados por dictadores para
que inviten y den la bienvenida a la intervención militar. De hecho,
este modelo ha generado el peor tipo de anarquía, el fracaso de la
seguridad, el colapso político y la desintegración del Estado.
El caos gobierna Libia. El asesinato de políticos y de periodistas
se ha convertido en una noticia cotidiana en la Libia de hoy en día
hasta el punto de que el propio coronel Yussef Ali al-Asseifar, el
encargado de investigar la avalancha de asesinatos y de detener a las
personas que estaban detrás de ellos, fue asesinado el 29 de agosto
cuando unos hombres de un grupo no identificado pusieron una bomba bajo
su coche.
El 4 de agosto dimitió el primer ministro de Libia Awadh al-Barassi
y fue sustituido por Ali Zeidan. Entonces, el 18 de agosto, el ministro
del Interior Mohammed al-Sheikh dimitió después de solo tres meses en
el cargo. Mencionó la falta de apoyo de Ali Zeidan y el fracaso del
gobierno en hacer frente al descontento y a la violencia, en ganarse la
confianza del pueblo o en financiar adecuadamente a las agencias del
Estado para proporcionar los servicios más básicos.
Libia simplemente se está desintegrando en líneas divisorias
tribales y geográficas. La mayoría de su población está furiosa,
incluidos los bereberes en el sur, y la perspectiva de la reconciliación
nacional se ve muy lejana.
La frustración popular es extrema. Cuando los manifestantes tomaron
las calles en el exterior de las poderosas “Brigadas del Escudo Libio”
para protestar por el injustificado poder de la milicias, murieron bajo
los tiros 31 personas. Las milicias actúan completamente al margen de la
ley.
Suleiman Kjam, miembro del Comité Parlamentario para la Energía,
declaró a un periodista de ‘Bloomsberg’ que ahora el gobierno está
gastando sus reservas financieras después de que la producción de
petróleo descendiera de 1,4 millones de barriles al día a principios de
este año a menos de 160.000 barriles al día. Advirtió que de seguir esta
situación el gobierno no podrá pagar los sueldos de sus funcionarios en
los próximos meses.
Es difícil de aceptar o de entender la Libia actual, con un grado
sumo de corrupción y una no existente seguridad. Especialmente cuando
recordamos que Libia fue “liberada” por los países más sofisticados y
avanzados del planeta, según los criterios occidentales.
El ministro de Exteriores libio Mohammad Abdel Azziz sorprendió a
muchas personas tanto de Occidente como del mundo árabe cuando el día 4
de septiembre se opuso a los inminentes ataques aéreos estadounidenses
contra Siria en una reunión especial de la Liga Árabe presidida por él
para discutir la posible intervención.
Puede que Abdel Azziz, como muchos de sus compatriotas libios, haya
modelado su opinión a consecuencia de la experiencias de su propio país
tras la intervención militar occidental.
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