MARCOS SALGADO | Tres frentes fundamentales afronta el presidente Nicolás Maduro, que cumple en estos días dos meses de gobierno: la lucha contra la corrupción y el burocratismo, la seguridad ciudadana y la marcha de la economía. En los dos primeros, hay reacciones alentadoras. Mientras tanto, las FAO certifican que Venezuela prácticamente desterró el hambre. Lo extraordinario se vuelve cotidiano.
Venezuela
fue premiada junto a otros catorce países de la región por su avance
vertiginoso en la lucha contra el flagelo del hambre, arribando así al
cumplimiento por adelantado de las metas del milenio de las Naciones
Unidas en esa materia. Pero el caso venezolano tiene algunas
características especiales. Primero, que con políticas exitosas en la
materia la Revolución Bolivariana redujo el porcentaje de personas
subnutridas a menos del 2,5.
Es decir, prácticamente no hay hambre en Venezuela y ese es un logro
de la revolución: antes de la llegada del Comandante Chávez al gobierno,
el 14% del país pasaba hambre. Conviene anotarlo y no olvidarlo,
especialmente en estos días donde el debate sobre los debe del proceso
está encendido como nunca, y el presidente Maduro ha llamado a “leer y
reflexionar”.
Lo cierto es que el éxito rotundo en la lucha contra el hambre se
apoya especialmente en un elemento: la intervención estatal en la
distribución y en menor medida en la producción de los alimentos
básicos, que implica además el subsidio a los alimentos de la canasta
básica en buena parte de su red de distribución. Así lo explicó en rueda
de prensa la semana pasada el representante de la FAO en Venezuela,
Marcelo Resende.
En suma, el mismo sistema criticado hasta el hartazgo por la prensa
burguesa es el que le otorga al país un mérito del que todos aquí
deberían sentirse orgullosos. Ahora ¿ese sistema funciona bien? Está
claro que no. Aunque tiene méritos encomiables como los antes anotados,
sus fallas producen agujeros en el abastecimiento que generan un
importante malhumor social, acicalado convenientemente por los medios
privados y los voceros opositores.
Esta claro que esa no es la única causa de los episodios de
desabastecimiento. Buena parte de la responsabilidad la tienen los
privados, las compras nerviosas que colapsan la distribución y el
micro-oportunismo de quienes compran buena parte de lo que hay para
revender mucho más caro. En las zonas de frontera esta práctica es
especialmente sistemática y organizada.
Un círculo vicioso difícil de revertir, que demanda de los
funcionarios del Estado en todos los niveles el mejor trabajo y la mayor
disciplina. Y de aquellos con mayor responsabilidad, una verdadera
disposición a la lucha contra la burocracia y la corrupción, un tema en
el que el presidente Maduro ha dado alentadoras señales en la semana que
pasó.
La detención de dos altos funcionarios en Ferrominera e Indepabis
-junto a otros- y la designación de Eduardo Samán al frente del
Indepabis es un guiño del presidente a la sociedad y especialmente al
pueblo chavista, que desde hace tiempo reclama una lucha frontal contra
la corrupción que -todo el mundo sabe- corroe desde adentro la
Revolución Bolivariana. Sería saludable que estas detenciones favorezcan
la denuncia de otros casos por parte del pueblo, que sabe en buena
medida quiénes son y adónde están los corruptos, los ineficientes y los
burócratas.
Ahora, estos auspiciosos hechos en la lucha contra la corrupción
serán un arma de doble filo si se convierten en casos aislados y no en
el comienzo de una profunda limpieza. Por otro lado, está claro que la
burocracia no entregará así porque sí sus posiciones de privilegio y
contraatacará haciendo lo que mejor saben y lo que más les gusta:
trancar la gestión del Estado.
Seguridad ciudadana y economía, dos claves
La promulgación de la Ley de Desarme y Control de Armas y las nuevas
cifras de reducción del delito fruto despliegue favorable del Plan
Patria Segura son dos elementos alentadores en un tema donde el
presidente Maduro se comprometió como ningún otro durante la campaña
electoral: la seguridad ciudadana.
Ahora, la ley de Desarme es un instrumento que debe ser acompañado
por todas las instituciones involucradas para su cumplimiento efectivo.
Si no, más allá de sus aspectos renovadores (las restricciones
permanentes al porte de armas, el endurecimiento de las penas a
funcionarios que trafiquen armas y municiones, entre otros) se
convertirá en letra muerta y una nueva decepción para una sociedad que
espera soluciones en ese tema.
Pero si en el tema de la seguridad se ven novedades alentadoras, en
la marcha de la Economía, no. Los alarmantes datos de la inflación que
anotábamos la semana pasada no harán más que crecer si la embestida
especuladora no se detiene con nuevas fórmulas.
La izquierda siempre ha mostrado dificultades para entender la
economía como un problema político. Con dinámicas propias, sí pero
eminentemente político.
El debate y la reflexión que propone muy saludablemente el presidente
Maduro debe incluir el estudio de la economía desde una perspectiva de
avance no capitalista. El debate y la acción del chavismo en esta
materia no puede quedar reducido a apoyar todo lo que haga (o anuncie
que va a hacer) la autoridad económica, como si las decisiones en esa
materia fueran técnica matemática sin fundamento político.
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