Si entendemos el bachaqueo como la mera y simple actividad de
comprar barato para vender caro, entonces no nos estamos refiriendo a
una práctica recién inventada y realizada por "personas inescrupulosas",
sino a una monstruosa estructura de robo masivo con varios siglos de
existencia: el comercio.
Usted
ha hecho la pregunta: ¿los inversores contribuyen a la inflación de los
precios del alimento? Y mi respuesta inequívoca es sí.
Testimonio oral del inversor Michael Masters ante el Senado de Estados Unidos en 2008
El robo como concepto cultural está en su fase de mayor desarrollo
conceptual y operativo en todo el planeta. Toda la sociedad está imbuida
en ese torbellino. El 1% más rico del planeta pone los ritmos del
tracaleo masivo a escala de lo que pueda quedar de recursos minerales y
humanos rentables para la imposición de un mundo rediseñado para que no
existan los Estados, ni esos conceptos como corrupción, homofobia,
intolerancia, falta de democracia, bajo crecimiento económico,
socialismo o chavismo, que tanto obstaculizan la autopista hacia la
calle ciega del progreso humano.
Los grandes bancos y corporaciones que gobiernan el planeta no operan
muy distinto al portugués que estafa a todo el mundo macroproduciendo
pasta seca o panes de hamburguesa para llenarse de real y rápido. Varían
las escalas, dimensiones y sobre qué mercancía se bachaquea, pero el
concepto es el mismo: sacar la mayor cantidad de plusvalía posible en un
momento de incertidumbre. Según una investigación
del Instituto Federal Suizo de Zurich, 747 corporaciones
(aproximadamente 660 individuos forman parte del club 1%) controlan el
80% de la plusvalía que genera el universo de empresas intermedias e
intermediarias en distintas ramas de la economía global.
El verdadero negocio
Un informe
del tecnócrata Olivier de Schutter, ex relator especial de la ONU para
la alimentación, elaboró un informe en el año 2010 donde aseveró,
palabras más palabras menos, que la "emergencia alimentaria" durante la
primera década del nuevo milenio se debió fundamentalmente a una burbuja
especulativa generada por grandes bancos y corporaciones del
agronegocio. Durante esos años los precios internacionales de los
alimentos (arroz, trigo, maíz, azúcar, productos cárnicos, entre otros)
aumentaron en promedio un 170%.
Este bachaqueo de alimentos a gran escala, de traje y cuello blanco,
consiste en que un reducido número de empresarios definen (pasando por
la alcabala del dólar) con otros tantos cuánto costará el arroz en el
mundo y cuánto van a ganar en ese negocio. Movilizan y bachaquean todo
ese flujo de capital a través de contratos futuros con precios
prestablecidos, que invitan a la clase media alta y medianos inversores
en todo el planeta a bachaquear porciones de arroz desde la comodidad de
sus casas u oficinas, sin ensuciarse las manos y al alcance de una
onerosa comisión por las asesorías de Goldman Sachs, Monsanto o Cargill.
Los inversionistas son los principales bachaqueros.
El capitalismo en su fase hiperglobalizada diseñó un sofisticado
sistema para bachaquear comida (y cualquier otra mercancía) a escala
planetaria. Pero los banqueros y empresarios que parasitan alrededor de
este negocio no son "bachaqueros", sino "inversionistas" y "empresarios
con iniciativa". Las cosas por su nombre.
No se trata de "individuos sin escrúpulos" sino de un concepto blindado: el comercio
Dado que es imposible que el planeta consuma y produzca más arroz que
en la actualidad, la buhonería financiera de este producto permite
expandir la generación de plusvalía que fulminó la sobreproducción:
transformaron grandes rubros agroindustriales en cocaína para llenarse
de real y rápido. No importa cuánto cuesta producirlo o si se cosecha en
demasía, lo importante es venderlo caro y que los pobres trabajen más
para poder comérselo. Y en esta dinámica estamos todos como sociedad,
pobres, ricos, clase media y sus derivados, tasajeando la plusvalía que
queda por capitalizar y acumulando todo lo que se pueda. Es el concepto
de la compra-venta deteriorándose en todas las escalas.
Cierre incómodo
Al poder financiero global que asedia a Venezuela no le hizo falta
aplicar complicadas técnicas de intermediación para aumentar el precio
del arroz, de la harina o de las caraotas; destruir las cadenas de
suministro alimentario y legitimar una divisa paralela fue más que
suficiente para imponer los precios que más le convienen. El sector
comercial, terciario o de servicios ya absorbió ese torrente de
especulación y dejó de ser "mercado negro" para legitimarse como el
real, crudo y sincero. Son más de 250 mil empresas registradas (entre
comercios, restaurantes, hoteles, etc.), es el sector económico más grande -por empresas registradas, tamaño y ocupación- del país.
Este problema es global, no venezolano. Y aunque debe ser atacado el
bachaqueo como una medida de contingencia ante una situación crítica
para el país, el hecho real es que no se trata únicamente de "individuos
sin escrúpulos", sino de un concepto blindado por los cuatro costados.
Ante un sistema que inercialmente reproduce estas prácticas
bachaqueras a escala planetaria, poco y nada pueden hacer las consignas o
las denuncias indignadas. Incluso mañana puede desaparecer Wall Street o
Monsanto fusionarse con Bayer, y el problema seguirá intacto. Porque en
el fondo no es el mero nombre de los actores o cómo se organizan, sino
una sociedad que está fundada culturalmente en el ánimo de lucro y en la
compra-venta de todo lo existente, independientemente de qué tan
desigualmente se distribuye la tajada.
Comenzar a macerar una idea cultural distinta a la existente es una
grandísima oportunidad que nos da la historia y la revolución que hoy
nos sucede. Sepámosla aprovechar, por más jodido que esté el escenario.
El bachaqueo (o el comercio en su fase originaria) no es un problema
moral o ético, es profundamente cultural. Es ahí donde está la histórica
tarea del chavismo.
mision verdad