Del esbozo hecho al perfil de los que componen las principales
corrientes migratorias en las regiones de África y América Latina se
saca una conclusión: la economía de libre comercio promueve la
pauperización de los Estados periféricos, los conflictos interregionales
que fraccionan el territorio y la acentuación de una estructura
paralela, de contrabando, para adquirir sin mucho costo de inversión la
materia prima con la que harán los productos que luego inundarán los
mercados de esas localidades.
El común de los habitantes, sin posibilidad de contrarrestar esta
transformación de la vida social, dispone su humanidad a transitar los
caminos que la globalización le ofrece para sobrevivir a la lógica de la
mercancía y el consumo. Venezuela, hoy, es un caso de estudio debido a
la excepcionalidad que tiene en este patrón neoliberal.
Habría que iniciar diciendo que no existe en los antecedentes
históricos del país un precedente destacado de movimientos migratorios
fronteras afuera. Al contrario, en todo el siglo XX la tendencia fue de
ser receptor de una variedad heterogénea de migrantes.
Por un lado, de las oleadas de migración europea
que, atraídos por el auge petrolero y aupados por políticas migratorias
flexibles (en la dictadura de Marcos Pérez Jiménez se estableció la
política estatal de "puertas abiertas" y la promulgación de la Ley de
Naturalización).
Por otro lado, recibió a poblaciones del resto de la región con
realidades específicas enmarcadas en la violencia política: a las
corrientes migratorias colombianas, la población que huía de conflictos
armados en Centroamérica, los refugiados de dictaduras en Chile,
Argentina, Uruguay y Ecuador, así como de países caribeños en la misma
condición (República Dominicana y Haití).
Además, otro grueso de los inmigrantes que reconfiguraron la
demografía venezolana llegaron a recoger las sobras que el extractivismo
petrolero regaba. La industrialización del país tenía suficiente plaza
para aceptar la mano de obra barata que llegara.
En el breve lapso de quiebre de la abundancia en Venezuela, la
adopción del paquete neoliberal y la respuesta del Caracazo, este flujo
de entrada extranjera se revirtió para, a continuación, dar otro impulso
con la instalación del gobierno del presidente Hugo Chávez.
Con un pacto social dirigido a la redistribución justa de la renta
petrolera, el Estado venezolano dio espacio a que los venezolanos
conocieran de beneficios que son, en términos globales, exclusivos de la
ciudadanía consumista del Primer Mundo.
La mención de algunos de estos privilegios (reducción de la
desnutrición, protección al trabajador asalariado, acceso gratuito a la
educación en todos los niveles, salud pública, derecho a la vivienda,
créditos para inversiones, equipos tecnológicos a bajo precio) puede
bosquejar el alto perfil de consumo que se fue constituyendo en la
población. Pero ninguno ilustra tan bien la inserción del pensamiento
clase media como la cultura cadivera.
Ese hecho residual del comportamiento rentista que, en los momentos
más altos de los precios petroleros, arropó a todos los estratos de la
sociedad, fue el agente tóxico que agravó un sistema de pensamiento
colectivo chavista (bastante prematuro) de arraigamiento con el
territorio.
La migración venezolana post-sanciones financieras, de alta
volatilidad en la población joven, debe tener en cuenta ese aspecto. El
migrante que sale de las fronteras venezolanas tiene casi dos décadas
sin participar en la lógica depredadora del capitalismo. Protegido por
el Estado, sus características distan mucho de los desplazados de otras
regiones.
Según el Informe de Movilidad Humana Venezolana 2018, realizado por
el Servicio Jesuita para los Refugiados de Venezuela (SRJ), el 59.2% de las personas que emigran
de Venezuela poseen estudios universitarios, 64.7% emplean ahorros para
irse del país y 45.3% vendió propiedades (casa, carro, muebles de casa,
ropa).
Este dato en sí establece una diferencia con las migraciones en
Latinoamérica y África, relatadas en este trabajo, y que a su vez,
coloca a la migración venezolana en un caso extraño y motorizado por
rasgos de vacío cultural y nacional precipitado por el consumo y el
desarraigo.
Contar con un nivel profesionalizado es un elemento que coloca al
migrante venezolano en la clasificación de mano de obra altamente
calificada y, sin embargo, cuando parte a otros países de Latinoamérica,
recibe el mismo trato que cualquier otro migrante: el abuso laboral y los ataques xenofóbicos por amenazar las condiciones laborales de los ciudadanos anfitriones.
El otro dato que lo diferencia de la tendencia en flujos migratorios
globales es que las principales corrientes provienen, a excepción del
estado fronterizo de Táchira, del cono urbano del país (Distrito Capital
17%, Carabobo 11.6%, Aragua 7.4%, Lara 6.7%), mientras que en los
estados del interior las tasas se mantienen en un promedio de 3% del
total de la población.
C.C Sambil Caracas ejemplo claro de consumismo |
El arrebato emocional que conduce a la migración, producto de la
alteración de los niveles de consumo y el saboteo de dos sectores
vitales para el funcionamiento normal de un país, como la salud y la
alimentación, efectos del cerco financiero internacional y amplificados
por las plataformas mediáticas que, además, ocultan a los autores del
daño económico nacional, tiene en las mentes concentradas en
ciudades mayor asidero que en las que habitan las periferias del
territorio venezolano.
Una radiografía comparada con las migraciones en Latinoamérica y
África, relatadas en este trabajo, colocan a la migración venezolana
como un caso extraño. No se produce a partir de persecuciones
paramilitares, guerras civiles, exacerbación de la violencia política
o crisis humanitaria de alto impacto.
Es, más bien, motorizada por rasgos de vaciamiento cultural y
nacional, precipitados a su vez por el consumo y el desarraigo de la
globalización, que en sectores específicos como la clase media describe a
profundidad cómo el rentismo petrolero sigue siendo una traba para la
construcción de una identidad sólida y propia, que resista los avatares
de una crisis económica y genere la inspiración en el alma para
reconstruir el lugar donde nacieron.
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