A
finales de octubre pasado la organización no gubernamental (ONG)
conservacionista con mayor apoyo económico del mundo, el Fondo Mundial
para la Naturaleza (WWF), publicó, como cada dos años, el Informe Planeta Vivo 2018.
En el medio científico-divulgativo, esta publicación es apreciada por
los datos que recaba de diversas investigaciones, cómo los organiza y el
modo didáctico que utilizan para llevarlas al público masivo.
Un panorama inquietante
En un lenguaje que algunos catalogan como un discurso "ecologista
políticamente correcto" que no se diferencia de entes multilaterales
como la Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU o los del Panel
Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), el informe permite
conocer los datos más actuales sobre el estado de la vida humana y no
humana.
La información más divulgada respecto a este informe fue que en los
últimos 40 años las poblaciones globales de vertebrados (peces, aves,
mamíferos, anfibios y reptiles) disminuyeron en promedio un
60%, de hecho, la caída más pronunciada la sufrieron las especies de
agua dulce (83%). Sin embargo, esta versión de 2018 no deja de presentar
el "inquietante panorama" que afecta a la vida silvestre, los bosques,
los océanos, los ríos y el clima de todo el planeta.
Algunos datos:
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La destrucción del hábitat consecuencia de la agricultura intensiva y
la sobrexplotación de los recursos es la mayor causa de pérdida de
biodiversidad mundial.
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Las selvas tropicales desaparecen: casi el 20% de la Amazonía ha desaparecido en tan solo 50 años.
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La disminución en las poblaciones de especies es especialmente
pronunciada en los trópicos. Por ejemplo, Centro y Sudamérica han
sufrido una dramática disminución del 89% en comparación con 1970.
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La temperatura media global no ha parado de crecer.
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Al menos el 70% de los nuevos medicamentos de "molécula pequeña" creados en los últimos 25 años provienen de una fuente natural.
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Desde 1950 se han extraído casi 6 mil millones de toneladas de pescado y otros mariscos.
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Se estima que la Tierra ha perdido aproximadamente la mitad de sus
corales de aguas someras en los últimos 30 años. Y esto tiene graves
consecuencias para los seres humanos. Por ejemplo, casi 200 millones de
personas dependen de los arrecifes para protegerse contra las marejadas
ciclónicas y las olas.
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Hoy, se estima que el 90% de las aves marinas del mundo tienen fragmentos de plástico en el estómago.
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La pérdida de biodiversidad afecta tanto a grandes animales como
tigres, rinocerontes o elefantes, incluso a los pequeños insectos. Una
gran amenaza si pensamos en los beneficios de estos pequeños animales
para los cultivos: desde los que mantienen vivo el suelo hasta los
polinizadores, como las abejas o abejorros, sin los cuales no se produce
la fecundación de los cultivos.
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En el siglo 20, los peces de agua dulce tuvieron la tasa de extinción
más alta en todo el mundo entre los vertebrados: han disminuido en 83%
desde 1970.
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En 2018 sabemos que la agricultura comercial ha llevado a la pérdida
del 40% de los bosques en los trópicos y subtrópicos de la Tierra.
Casi todas estos datos se vinculan a actividades en las que "el
hombre" está involucrado. Se tratan de actividades económicas que van
desde la extracción de materia prima, pasan por la manufactura de todo
tipo de artefactos (incluido armamento) que utilizamos a diario, y
terminan en servicios de todo tipo.
Crecimiento infinito y la naturaleza como mercancía
Desde 2016 la WWF, mediante su informe,
adoptó términos como "Antropoceno" y "resiliencia", dejando un poco de
lado la idea de "desarrollo sostenible" que hasta 2014 era el concepto
guía. El término Antropoceno (época del hombre) intenta describir que el
impacto de la humanidad sobre el resto de la naturaleza ha sido tan
profundo que pudiera ser equivalente a una época geológica.
En este sentido no se discute que el verdadero impacto lo ejerce el modo de producción en el que la mitad de las emisiones las produce el 10% más rico del planeta, es por ello que otros autores hablan de "Capitaloceno". Este argumento entiende a la
degradación de la naturaleza como una expresión específica de la
organización del trabajo del capitalismo, que produce violencia y
desigualdad entre la especie humana y el resto de la naturaleza.
Aun cuando en 2016 se asomaba la idea de "transición" en su discurso,
en 2018 retoma con fuerza el "desarrollo sostenible" tratando de
sumarse a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones
Unidas. Un análisis realizado por Demián Morassi considera contradictor io uno
de los objetivos; se trata del número "8. Trabajo decente y crecimiento
económico". Afirma que el crecimiento económico implica, para el actual
modelo de producción, más degradación ambiental y, en épocas de declive
de recursos, la degradación de la vida de las mayorías en pos del
beneficio de los centros del poder económico.
El informe no sólo destaca el impacto del ser humano en la naturaleza
sino que "se refiere a la importancia y el valor de la naturaleza para
la salud y el bienestar de las personas, nuestras sociedades y las
economías, para ello afirma que, a nivel mundial, la naturaleza
proporciona servicios por un valor aproximado de 125 mil millones de
dólares al año, al mismo tiempo que ayuda a garantizar el suministro de
aire fresco, agua potable, alimentos, energía, medicamentos y otros
productos y materiales".
Cuando se refiere a los polinizadores, afirma que: "En términos
económicos, la polinización aumenta el valor global de la producción de
cultivos en 235 a 577 mil millones de dólares por año, solo para los
productores, y mantiene bajos los precios al consumidor al garantizar
suministros estables".
Tal planteamiento se enmarca en un enfoque habitual en organismos
multilaterales y ONGs que orbitan alrededor de la política ambiental
globalizada, la mercantilización ambiental, el comercio y la
compensación como negocios en los que, por ejemplo, los humedales se
convierten en activos financiables como en Estados Unidos o los gases de
efecto invernadero se conviertan en permisos negociables en Europa. La
justificación es que la preservación de la economía del crecimiento que
acumula capital requiere mecanismos que institucionalicen el "derecho" a
degradar el ambiente o la promoción de crisis ambientales como
oportunidades de crecimiento.
Con artefactos conceptuales como el "crecimiento verde", muchos
países combinan el aumento de las emisiones domésticas de gases de
efecto invernadero a través de la extensión de los mecanismos basados en
el mercado y las compensaciones con la promesa de nuevas tecnologías
futuras como la "solución" definitiva para abordar esas mismas
emisiones.
La fe en el crecimiento económico infinito, los mercados y la
tecnología sigue siendo fundamental para la política climática
internacional y no se ve afectada por si los Estados Unidos están dentro
o fuera del Acuerdo de París. De esa misma fe surge el imaginario del
progreso como salvador del ambiente, independientemente de tener a Trump
o Clinton en la Casa Blanca.
La lavadora ecológica y el capitalismo verde
En medio de crisis ecológicas y geopolíticas, varias ONGs como WWF
han formado alianzas con algunos de los peores contaminadores
corporativos y los extractores de recursos en el mundo ahora las
promueven. El lavado ecológico (greenwash)
se ha convertido en una ocupación importante para las ONGs. Muchos se
han convertido en defensores de la autorregulación corporativa, los
mecanismos de mercado, la fijación de precios / comercialización del
carbono y la compensación / banca de la biodiversidad, mientras
comercializan la "protección" de las especies como turismo ecológico.
Otra de las principales ONGs neoliberales es The Nature Conservancy
(TNC), su presidente y director general es Mark Tercek, anteriormente
director gerente de Goldman Sachs. Hasta hace poco, su vicepresidente
era Peter Kareiva, un actor clave en el proyecto de "capital natural" de
la Universidad de Stanford, con su misión de convertir los ecosistemas
en servicios ambientales que pueden intercambiarse.
Las ONGs han sido abordadas deliberadamente por estrategas
corporativos y en varios casos han sido captadas a nivel de
gestión. Algunos de los consejos de las ONGS internacionales
de Norteamérica incluyen un gran número de directores actuales o
anteriores de las principales empresas transnacionales. En 2011 solo WWF
de Estados Unidos tenía 13 de 21, TNC poseía 15 de 26 y Conservación
Internacional 26 de 36.
Datos útiles, pero...
Un informe como el emitido por el WWF es importante para entender los
impactos que vienen dejando el modelo de desarrollo imperante, pero los
debates que buscan construir otra cultura que no sea la del consumo
excesivo son invisibilizados por estas corporaciones y sus estrategias
económicas. Sin embargo, no hay soluciones mágicas, menos cuando muchos
de los bienes comunes de los que hemos dispuesto como civilización han
alcanzado un pico en su disponibilidad.
Lo determinante es que usted está leyendo esta nota en un dispositivo
cuyo impacto durante la extracción de materiales y proceso de
fabricación desconoce, los problemas ambientales y las actividades
económicas que los generan son frecuentemente simplificados y las ONGs
los presentan como si hubiera una responsabilidad directa de cada
ciudadano.
La realidad es mucho más compleja que el hecho de desconectar el
cargador del teléfono o cerrar el grifo. Aun cuando visibilizar la
crisis sea una labor pedagógica de las ONGs terminan, queriendo o no, invisibilizando la responsabilidad de
las corporaciones en la apropiación y mercantilización de la
naturaleza, apuntalando un modelo en el que solo hay un estilo de
desarrollo: el del sistema urbano-agro- industrial impuesto por Europa desde que existe la Modernidad y acelerado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Aún más importante es trascender las lógicas del capital y su
imaginario mágico de crecimiento y disponibilidad de recursos infinitos.
De eso no hablan los informes de estas ONGs, lo que genera sospecha, no
de sus datos pero sí de su lugar de enunciación.
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