Este testimonio es escalofriante. Se metieron
varios jóvenes en un edificio abandonado y vieron una figura de
apariencia humana y luminosa que se les acercaba por el aire. Esto fue
lo que les pasó.
Un caso de encuentros con entidades humanoides en circunstancias tan asombrosas como imposibles es el protagonizado por el coruñés Alejandro Varela y un grupo de unos veinte chavales. El propio Alejandro me relató con pelos y señales su experiencia:
«Esto sucedió en 1995 o 1996. Los fines de semana un montón de chicas y chicos nos íbamos con las bicicletas a un edificio abandonado que antes era un hospital de cuidados paliativos para enfermos terminales. Años después volvieron a construir ahí un hospital y hoy en día sigue funcionando. Está en Oza de los Ríos, muy cerca de la ciudad de A Coruña. Allí pasábamos el rato jugando, hablando y montando en las bicis».Pero un día sucedió algo que terminó para siempre con sus andanzas por el derruido edificio. Alejandro me contó lo que sigue:
«La construcción parecía una mansión con una puerta enorme y unas escaleras que ascendían hacia las plantas superiores y que se ramificaban en dos arriba de todo. Unas escaleras iban a la derecha, pero a la izquierda faltaban peldaños porque se habían caído por el estado de abandono del lugar. Recuerdo que ese día éramos como veinte chicos con las bicis. Mi amigo Rubén y yo íbamos delante.
Justo al llegar a la entrada del antiguo hospital, vi una silueta luminosa en lo alto de las escaleras. Me quedé completamente alucinado, así que le pregunte a Rubén si estaba viendo eso y me confirmó que sí. Inmediatamente, aquello comenzó a descender, pero por la izquierda, donde no había peldaños. No caminaba, sino que se desplazaba como si estuviera bajando por una cinta transportadora. No tenía brazos ni piernas, pero su aspecto era humanoide con una cabeza y un tronco».
Cuando estaba casi en la entrada del edificio, a unos tres o cuatro metros de Alejandro y su amigo, les pudo el miedo y salieron en sus bicicletas a la máxima velocidad que les permitían sus piernas.
Tal como explicaba mi informante: «No vimos aquella figura luminosa solo Rubén y yo, sino también un montón de chicos que estaban detrás de nosotros. Recuerdo que en la huida gritábamos de miedo, algunos se caían y se volvían a levantar, unos tropezábamos con otros por el afán de alejarnos de allí cuanto antes».
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