Fueron 14 meses de
contrainteligencia. Varias tramas golpistas y magnicidas, enfrentadas,
superpuestas, contradictorias, caníbales. Asalto al Palacio de
Miraflores, (otra vez) a la Base Aérea Francisco de Miranda, a las
bóvedas del Banco Central (por parque y dinero). 140 mil cartuchos de
municiones. Al menos cinco grupos de combate. 56 horas de registro
audiovisual de conversaciones.
Decapitación del 95% del generalato leal al país, a la Constitución y
al Gobierno. Presidentes pitonizos en la región. Comandos gringos e
israelíes infiltrados. Militares de alto rango de la Cuarta República;
Policías Metropolitanos y Petejotas reciclados y retomando el oficio
sociopático del genocidio sistemático en el oeste de Caracas. Incendiar
la capital ("quemarlo todo para salvar a Venezuela"), y la fantasía
sádica de ríos de sangre por un cambio de régimen los días 23 y 24 de
junio del año en curso.
Cualquiera de estos cabos pudiera ser el gran titular de la compleja,
ramificada y densa estratagema de operaciones ultraviolentas y
deliberadamente sanguinarias que el vicepresidente sectorial de
Comunicaciones, Cultura y Turismo, Jorge Rodríguez, reveló en rueda de
prensa el mediodía del 26 de junio.
Dada la cantidad de vectores, revelaciones y el nuevo enfoque que
ilumina al propio pasado reciente, en este primer trabajo apenas nos
enfocaremos en cinco claves para el análisis, mientras esta tribuna siga
desgranando, exhaustivamente, los detalles. Que son muchos, y todos
hablan. Bastante.
1. Todos los golpes el golpe
Ya es una imprecisión hablar del golpe continuado en singular: son
los golpes continuados. Un solo fin, pero amplias variaciones en los
métodos tácticos, la planificación y, sobre todas las cosas, los
protagonistas políticos y militares. Tomemos, por ejemplo, el caso del
general de brigada Eduardo José Báez, alias Mariscal para los efectos
prácticos, director de lo macro de la denominada Operación Vuelvan
Caras. Del Golpe Azul de 2015 a lo revelado en junio de 2019. Cuatro
años de participación e insistencia.
Pero estas continuidades no hablan ni describen armonización,
coherencia operativa consistente, ni preocupación genuina por el estado
del país: hablan de sangre y precipitación. Hoy por hoy sabemos que, de
acuerdo a las revelaciones, que sobre el papel una sola variable tenía
forma exacta y consistencia: tres grupos de asalto y un subgrupo
encargado de aspectos técnicos fundamentales que debería operar doce
horas antes de "la hora H", asaltando el Banco Central de Venezuela
(BCV) para hacerse con el parque y derribando dos antenas en dos
extremos de la capital, más un comando especial, suerte de micro legión
extranjera.
Pero este grupo no puede tener la última palabra sobre la unidad
colombiana compuesta por efectivos israelíes, norteamericanos,
colombianos bajo el presunto mandato del genera Clíver Alcalá Cordones.
Mucho menos por la infeliz y poco probable efectividad del grupo de
Sargentos Garcías, ex Policías Metropolitanos (PM) y ex Policía Técnica
Judicial (PTJ) que pretendían encargarse de contener al oeste de
Caracas.
Un golpe ("Vuelvan Caras, Baduel presidente") dentro de un golpe (en
palabras de alias Marina, general de brigada Miguel Carmelo Sisco,
resignado con Guaidó y delegado por Báez, en algún punto, como
comandante de toda la operación) dentro de uno más, cual muñeca rusa: el
golpe privado/privatizado de Leopoldo López del pasado 30 de abril.
¿Dónde queda entonces la Operación Libertad?
Esta tragicomedia de enredos ofrecen dos vertientes, una teórica y la
otra profunda (y estúpidamente) humana. En lo teórico, porque el propio
Manual de Campo 3-05.201 de Guerra No Convencional de las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses habla de múltiples enlaces (linkups)
acentuando la dificultad de su centralización, y además del esfuerzo
simultáneo de las fuerzas auxiliares, descentralizadas o no. Pudiera
entenderse que un piso superior de la conspiración le apostó a varios
gallos a la vez, esperando definirse por el que mejor prosperara.
Y la vertiente humana, donde la pulcritud abstracta de los planes
habla de la cobertura casi milimétrica de los aspectos técnicos, muy
pocas veces considerando los niveles de resistencia y la capacidad de
respuesta de los contrincantes.
De esto hablaremos mejor más adelante, pero semejante grado de
tecnicismo también nos habla de una dramática descompensación del
contenido político: todos hablando a la vez (aumentando la bulla
conspirativa y la atención/captación informativa en materia de
contrainteligencia); todos presentando claros síntomas de ansiedad y
expectativa incauta. Se llenó el gallinero de gallos, y las gallinas se
fueron a la gallera.
Queda claro que así como Pompeo se lamenta
de la cantidad de arribistas políticos que se querrán llamar
"presidente" en la oposición política, también se refleja, en todas sus
letras, en la conspiración militar. El exceso de iniciativa produce
Guaidós militares.
La tercera vertiente sería el cinismo: soñaba el golpe con tomar
prácticamente dos de los batallones de mayor peso militar y de poder de
fuego (el Bolívar y el Ayala), la Base Francisco de Miranda en la
Carlota, el Palacio de Miraflores, trancar todos los accesos a Caracas,
neutralizar la sede del FAES en Petare (al este de la ciudad), el
Tribunal Supremo de Justicia, etc., en una acción envolvente sin
considerar, por un instante, la población como algo que produjera
preocupación por el daño, muertes y heridos. "Quemarlo todo para salvar
al país", dice alias Marina, hinchado.
2. Un golpe global contra las estructuras y las figuras locales
La trama conspirativa sólo es endógena en la medida en que se trata
de un puñado de oficiales retirados y unos cuantos jóvenes con complejo
de Ricky Martin con poder de fuego que le confieren "color local" a un
enorme movimiento que pone a disposición absolutamente todo, desde
afuera.
En la Venezuela Bolivariana ya no hace falta una embajada de los
Estados Unidos cuando las del Grupo de Lima (ahora se entiende mejor la
retirada abrupta del personal canadiense) y el Nuncio Apostólico, por si
las cosas salen mal, ofrecen su "soberanía" como guarida.
Embajadas beligerantes que juegan el papel de retaguardia, tal como
lo demuestra el resguardo de los tenientes coroneles Illich Sánchez y
Soto Manzanares, hoy en día huéspedes en toda regla en la embajada
panameña en Caracas, con suficiente cobertura y protección como para
poder hablar en manos libres, ostentar "varios movimientos" militares y
no ocultar sus ansias de matar cubanos. O el papel de salvoconducto que
lo fue la chilena para desplazar a Leopoldo López desde su sede a la
embajada española el 30 de abril. ¿Qué más ofrecen, cuánto de recursos
logísticos se manejan?
La disposición política y operativa que suministra Colombia a estas
alturas ya va de lo lastimero a lo obsceno. En América Latina no debe
existir registro más infeliz y amplio de una nación que entregue tanto
para ser un corredor de armas, droga, masacre social e intentos de
desestabilización política. Y esto va más allá del estatuto de país
vecino.
No son países lo que llevan los actuales liderazgos políticos de la
región, sino pretextos. El formulario humanitario y el discurso moral
que nubla la responsabilidad nacional patenta que era exactamente esta
la configuración de las clases dominantes necesaria para no dejar rastro
alguno, una vez más, de soberanía.
Nada tiene vida regional propia: desde el gobierno paralelo de Guaidó
a los "gobiernos" de Piñera, Duque, Macri, Bolsonaro, etc. Todo lo
sustenta el sistema financiero, la agenda corporativa y las instancias
de la política exterior estadounidense. Ni siquiera Trump.
Parafraseando al Libertador: lo mismo es para Venezuela pelear contra
España que contra las estructuras en disolución de los distintos
Estados-nación del continente.
3. El (fallido) retorno de la Cuarta: lo sistémico
Nuevamente, si algo se esclarece en este proceso inédito en la región
no es sólo la batalla territorial, digamos geográfica, espacial, sino
también contra el tiempo histórico.
En la Operación Vuelvan Caras y sus alrededores se manifiesta un
claro reflujo temporal. Ya no hablemos del sostenido intento de
restauración neoliberal que ha puesto al continente casi en su totalidad
bajo ese redil con su desnacionalización a grandes pasos, el total
abandono poblacional, la subordinación instrumental, sin condiciones, a
los poderes financieros y la humillación.
En la propia clave venezolana, quiérase o no, resuena el entramado de
varios movimientos atorados, como en abril 2002, "uno de los más
grotescos mamarrachos de nuestra historia" diría el difunto y complotado
Jorge Olavarría.
Alias Mariscal, el ex general Báez, residente en Dominicana, y el ex
vicealmirante Huizi Clavier traen también una notoria resonancia con los
acontecimientos en torno al Decreto Carmona, del cual el primero de los
mencionados fue signatario.
Pero no es ahí, en la superficie, donde ese pasado se jalona al
presente en todo su ejercicio. Sino en el verbo florido de alias Cheo,
el ex comisario de la PTJ, José Gregorio Balladares, en una reunión el
20 de junio: "Nosotros no sabemos de tácticas militares, lo nuestro es
matar ladrones, vamos a estar claros", cuando en uno de los videos
presentados, en el que podríamos considerar la planta baja del aparato
golpista, ex funcionarios policiales piden apoyo militar para exterminar
"con un regalo" a más de 60 "colectivos" en el 23 de Enero y la
Parroquia Sucre.
Mientras que militares y fuerzas especiales extranjeras asumen lo
magnicida del golpe apuntando contra objetivos de alto nivel, las
operaciones policiales se encargan de la anonimia, de la masa, de
quienes ni nombre merecen dentro de la conspiración. La lucha de clases
se manifiesta en el golpe de Estado. La pobreza imaginativa también.
"Cincuenta o sesenta de un solo coñazo, eso es rapidito", soñaba
alias Cheo, en una emboscada con artefacto explosivo, avisado por un
francotirador en alguna azotea, para que los ex PM y ex PTJ la detonen.
No sin agregar la necesidad de más dinero, y de ostentar sus
contactos "con la gente de Óscar Pérez", en Colombia, y otros que se han
reunido en Estados Unidos "con la CIA".
Por lo visto ser policía de la Cuarta también es una metafísica.
4. Soberbia y contrainteligencia
Catorce meses y cincuenta y seis horas de video ya dicen bastante. En
la pretendida compartimentación de la información, en el orden cerrado
de la conspiración, todos hablan, y mucho. Todos tienen "ideas", y
muchas. Es el signo general de cuánto se dicen entre ellos. Nadie se
mide: hay un sentido del goce imaginativo. Están seguros, confiados.
De la totalidad de "clips" presentados, sólo uno, el de alias Gonzalo
(coronel retirado Rafael Acosta Arévalo) carece de euforia y manifiesta
algo de método y reflexión sobre la ejecución del plan y sus posibles
desenlaces.
Fuera del orden cerrado, en el campo de medios y redes sociales, se
perpetra el mismo pecado. "Los presidentes Iván Duque y Sebastián Piñera
se anticipan a hechos violentos contra Venezuela, porque ellos son los
que los alientan", denuncia Jorge Rodríguez.
No es la brillantez lo que los caracteriza, sino su posición, uno
como el intermediario estrella de su país de los capitales concentrados;
el otro, por no superar su condición de prótesis de Álvaro Uribe. El
resto es vanidad.
El performance de Juan Guaidó, alias Lander, desactivando un
"secuestro" casi en simultáneo a la rueda de prensa también ofrece un
nuevo cuadrante de interpretación al considerar lo que se exponía en
cadena nacional.
Pero el clímax de la soberbia, en consiguiente la autocondena, lo
ofrece el teniente coronel Illich Sánchez en conversación con alias
Atanasio. El tono de la conversación más que de un "movimiento" golpista
parece una invitación a una parrilla en Valle Arriba.
Es más, si queremos encontrar algún paralelo en el consumo masivo
venezolano, la invitación a participar a alias Atanasio en el
"movimiento" recuerda al video del Capitán Nemo invitando a sus panas a lanzarse la caminata a Pozo del Cura.
Por contraste a la incontinencia y el delirio, destaca la sobriedad
de los servicios de inteligencia venezolanos, y los anticuerpos, como
dijera el ministro Rodríguez, de la oficialidad que arriesgó su vida
para desentrañar el complejo y ruidoso entramado del golpe.
5. Cambio de agenda y el fin de Guaidó
¿En qué momento político se enseña al público la frustrada trama conspirativa? ¿Cuál es el timing en relación con la última, infeliz e improductiva aventura imperial?
El constructo llamado Juan Guaidó pierde sostenidamente fuelle: primero asesinan al personaje con infidelidades, luego explota el escándalo de corrupción y malversación de fondos "humanitarios" tras la fallida operación del 23 de febrero en la frontera colombo-venezolana.
A Carlos Vecchio y sus adláteres se les abre una investigación por malversación en Citgo.
Todo para ellos es bajada.
En simultáneo, el mainstream norteamericano y sus
subsidiarias en Miami presentan sus respectivos paquetes de promoción y
mercadeo en torno a Manuel Cristopher Figuera e Iván Simonóvis, que a
pesar de insistir en que padece una veintena de enfermedades crónicas,
según una "exclusiva" del Diario de las Américas esto no fue impedimento para un escape no menos joliwudense que los deseos frustrados de alias Simón, Marina, Cheo o Peregrino.
En la OEA, el gobierno paralelo no consolida nada. Pierde.
Hoy en día sabemos que Figuera, luego de facturar, liberó a este
último y a Leopoldo López, cobrando un extra para dejar a Baduel, el
pretendido héroe del organigrama, en su celda.
Toda vez que de forma anticipada volvemos a la judicialización del conflicto designando al gobierno venezolano como una Empresa Criminal Conjunto Bolivariana cobra forma.
Los ídolos del primer semestre del año y sus marcapasos ya acusaron recibo de su verdadera fecha de vencimiento.
Pobre Elliot Abrams.
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