El enrarecimiento del discurso económico cobra fuerza al mismo
tiempo que desde afuera se recrudece el asedio contra el país. El
supuesto “descalabro productivo”, la improvisación importadora y la
dependencia como realidad particular del Gobierno Bolivariano cumplen el
objetivo de difuminar las responsabilidades históricas (de la burguesía
parasitaria) en cuanto al tema y, lo más importante, de oscurecer la
política económica del chavismo.
Los
aparatos de propaganda por izquierda y por derecha reproducen en el
contexto actual una cantidad importante de mentiras y distorsiones en
cuanto a la economía de la nación. Se deja ver esta orfandad discursiva
(importada, de paso) cuando Capriles asegura que,
supuestamente, "antes se gastaban 1.500 millones de dólares al año en
importación de alimentos, hoy estamos en 7 mil millones de dólares y
casi todos los productores de Venezuela viven en la pobreza".
La derecha apátrida tampoco se queda atrás, y sin ningún tipo de dato o estadística se lanzan al vacío de la deformación
mediática rampante: "Pero hoy, con la máquina de fabricar bolívares
prendida, la verdad es que no hay dólares y casi el 70% de las cosas que
consumimos son importadas (y se importa con dólares o no se importa
nada)".
Como pueblo chavista que está en medio de un golpe político
continuado (con tentáculos económicos y psicológicos) se nos hace
necesario afinar los argumentos, los análisis, la lectura sobria y
responsable de los datos que arroja la realidad para afrontar la
fabricación virulenta de mentiras y alteraciones.
Veamos, entonces, cuál es el meollo de la importación en el ramo alimentario.
Primero es menester reafirmar que a Venezuela, a mediados de los 80,
le fue suministrada una sobredosis extendida de neoliberalismo. Dicho
proyecto no sólo enfermó la economía, sino también la identidad, la
política y la cultura de la nación. Desmontar ese mito de que "nuestro
país nunca importó tanto alimento ni fue tan dependiente del extranjero"
pasa por comprender la imposición de barreras y restricciones al
consumo de la gran mayoría de la población: 65% de pobreza y una
reducción feroz del gasto social así los comprueban.
Sólo el 35% del país podía disfrutar de la calidad de vida que se
propagandeaba hacia afuera. La "democracia más avanzada del continente"
lleva consigo dolores y traumas que la petrifican en el basurero eterno
de la historia.
Así que cuando escuche a un renombrado (y balurdo) economista de la derecha diciendo que antes de la llegada del chavismo Venezuela se abastecía de carne, pollo, café, maíz y leche, vea el porcentaje de pobreza y confort primero.
Porque si de cada diez personas sólo tres comían carne y los otros
rubros mencionados, era lógico que la producción alimentaria sirviese
sólo a la minoritaria franja de los "elegidos", bendecidos con el agua
privatizada (e importada) que caía en las opulentas alturas de la
pirámide social.
Pero Venezuela cambió, y para siempre. En los últimos quince años el consumo alimentario se disparó en un 80%. Es decir, hoy comemos ocho veces más que en la Cuarta República.
Y era natural que ante tal expansión las importaciones de ciertos rubros también aumentaran, pues el aparato productivo
(transnacional y dependiente) no fue construido para alimentar al país,
fundamento de su proyecto económico (traído con dólares subsidiados).
El yugo importador fue tejiendo los hilos del proceso económico
nacional. Si la patente discursiva (y moral) de la derecha se ubica en
la falaz "inexistencia de las importaciones", entonces la mesa les cojea
por otro extremo: la excesiva compra de insumos, bienes de capital,
repuestos y maquinarias que promovieron para que la industria local
tuviese pertinencia.
No es casualidad que la exigencia de más dólares tenga como objetivo alimentar las bocas foráneas de la fábrica imperial.
Venezuela no importa el 70% de lo que consume. Veamos cómo esta
estafa discursiva se destruye solita cuando revisamos los rubros
alimentarios.
Primero es necesario revisar aquellos rubros que son de uso
agroindustrial, es decir, la materia prima para la
mecanización/transformación del alimento en forma envasada, enlatada o
cubierta de plástico. Los usos y los circuitos productivos de los mismos
en relación a la dieta nacional.
El dato importador sólo se da en los rubros de aplicación
agroindustrial. Por ende la "industria nacional agroalimentaria"
necesita dólares tanto para seguir funcionando como para expandir sus
capacidades operativas, pues ni los repuestos, maquinarias e insumos son
producidos acá por el mismo hecho de ser cadenas de transmisión
económica de las principales transnacionales norteamericanas y europeas.
Sus quejas reiterativas guardan en el fondo la necesidad bachaquera
de beneficiarse a partir de la compra-venta a gran escala, de la
macroimportación subsidiada, de esa centrífuga decorosa bien llamada
especulación.
Pero si vamos a los demás rubros nos damos cuenta de que los
porcentajes bajan radicalmente. Nuestro país se abastece al 100% de
papa, pimentón, cebolla, tomate, apio, ñame, ocumo, yuca, auyama,
lechuga, repollo, ají, cilantro, perejil, limón, parchita, guayaba,
melón, cambur, plátano y demás hortalizas y frutas.
Incluso en el rubro correspondiente al pollo, cochino y carne las
importaciones tocan cuando mucho el 24%. Por su parte, el porcentaje
referente a caraotas, lentejas y garbanzos se acerca casi al 15%.
El arroz se abastece en un 80% de la cosecha nacional. Sólo el 20% es importado.
Quesos y embutidos también poseen el mismo patrón porcentual: de 12 a 16% de importación.
Esto quiere decir que el Gobierno Bolivariano, aparte de responder a
la expansión de la demanda alimentaria ya anclada en el consumo
nacional, también ha invertido en el campo como ningún otro, priorizando
levantar la producción por fuera del encadenamiento productivo
transnacional.
Por tal motivo el llamado a construir una economía productiva tiene
ese importante valor en el debate que nos toca como clase. ¿Hasta cuándo
seguiremos destinando recursos para alimentarnos con aquello que no
producimos? ¿Aumentar la importación de rubros agroindustriales trae
cadenas de valor distintas a las ya establecidas? ¿El desarrollo y la
independencia económica se miden por la abundancia de refrescos y
pasapalos?
Aunque la estafa importadora sigue viva, tenemos 100% de
abastecimiento en aquellos rubros (mayoritarios) que no pasan por el
filtro industrial antes mencionado. Cada vez importamos menos en
alimentos para el consumo básico del país completo. Ahí está la trampa
del dato alterado y desinformado por izquierda y por derecha.
El chantaje mediático del supuesto "país destartalado por Maduro" (el
"modelo") hoy arrecia más que nunca. Tomemos estos datos y difundamos
nuestra verdad económica: esa que al reafirmarla asusta violentamente a
la derecha, pues son ellos los verdaderos fracasados de la historia
reciente. Sigamos dando muestra de conciencia política, que el 13 de
abril económico está a la vuelta de la esquina.
Mision Verdad
Las fuentes para realizar las infografías fueron tomadas del Banco Central de Venezuela, Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias y Agencia Venezolana de Noticias.
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